Esa casa, ubicada en la zona baja de Fuenterrobles, hace años dejó de estar habitada. Parece una vivienda tradicional más, con dos plantas y sus habituales cámaras. Sin embargo, sobre su cubierta se alza una extraña edificación abierta a los cuatro puntos cardinales. ¿Una cámara extra?, ¿un cenador? No. Es algo mucho más singular: es un conjuradero. Es el lugar elegido por nuestros antepasados para que la autoridad religiosa se enfrentara a las tormentas y tratara de evitar un desastre con la ayuda divina.
Labrar la tierra y mirar al cielo. Era la vida de nuestros abuelos. Vivían exclusivamente de la agricultura y solo podían esperar que las estaciones cumplieran con lo previsto: frío en invierno, sol en verano y lluvias en el momento propicio.
Era un tiempo circular, un ciclo que cada año se repetía igual a sí mismo y en el que los peores sobresaltos venían de la mano de unas malas condiciones atmosféricas. Las heladas tardías o las lluvias por San Juan podían hacer que las cosechas mermaran. Las tormentas de verano podían asegurar el desastre. Pero, ¿qué posibilidad quedaba ante un nublado? Solo rezar.
Conjuros para salvar el campo
Solicitar protección a la divinidad para proteger las cosechas ha sido y es algo habitual. De hecho, la iglesia mantiene entre sus plegarias las rogativas, oraciones públicas que se hacen antes de la Ascensión para pedir la conservación de los bienes de la tierra y la gracia de estar libres de los azotes y desgracias.
Pero durante la época medieval y al menos hasta el siglo XVIII, hubo una costumbre muy extendida que se aproximaba mucho a la hechicería y que consistía en conjurar con oraciones los peligros atmosféricos inminentes. El estudioso Rafael Gil Bautista ha documentado algunas de esas acciones concretas en la España de los Austrias: Los riojanos de Arnedo buscaron a quien, con oraciones específicas, librara de una plaga sus viñedos; en Caravaca de la Cruz se hicieron conjuros contra la langosta y en Sevilla se exorcizaron los temporales que anegaban la ciudad. Como indica el investigador, en esa época: «se exorcizaron árboles y bosques, las tinajas de vino, la langosta que consumía las siembras, los gusanos que devoraban los granos, el arañuelo que afectaba al viñedo o las hojas de morera».
Los lugares elegidos para esos exorcismos eran diversos: las torres de las iglesias y catedrales, los atrios de los santuarios o altares improvisados. Aunque hubo zonas donde se edificaron lugares específicos para esa acción: los conjuraderos.
Torres y conjuraderos
Los conjuraderos se confunden a menudo con las mismas torres de las iglesias porque son pequeñas edificaciones ofrecen grandes aperturas hacia los cuatro puntos cardinales; la razón es obvia: desde esos vanos, era desde donde la autoridad religiosa se enfrentaba a los nublados con el poder de sus oraciones y exorcismos.
Hay conjuraderos, por ejemplo, en la catedral vieja de Vitoria y en las catedrales de Calahorra, Santo Domingo de la Calzada y Logroño. Aunque el más famoso (y vistoso) de todos es, probablemente, el que se ubica en la catedral de Murcia, en cuya torre se edificaron, ocupando las cuatro esquinas, cuatro espacios para realizar conjuros, añadiendo además un balcón que mira al Sur para enfrentar desde él las catastróficas crecidas del Segura.
Hay otro tipo de conjuraderos que se ubican en el campo. Son habituales en el Pirineo y presentan la forma de un templete muy simple y por completo carente de adornos.
Pero lo de Fuenterrobles es completamente diferente.
Fuenterrobles, un conjuradero fuera de lo común
Hay que señalar como punto de partida que los conjuraderos no resultan habituales en nuestra geografía. No hay otro en la comarca. Y no es porque aquí no se haya rezado pidiendo buenas cosechas o solicitando que el granizo no dañe los cultivos, sino porque, en vez de buscar a una autoridad eclesiástica que exorcizara tormentas, era más habitual sacar en procesión a San Abdón y San Senén, pues los Santos de la Piedra (llamados familiarmente “Santillos” en Fuenterrobles) y están considerados patronos de la agricultura y protectores frente al pedrisco.
Entonces, ¿por qué tenemos ese curioso conjuradero en nuestra Tierra Bobal?
“No sabemos casi nada del origen de este conjuradero porque, al menos por el momento, no hemos encontrado documentos escritos sobre él” dice Fernando Moya, cronista de Fuenterrobles y estudioso de la historia local. “Es extraño que no se cite en ningún documento pero aún más extraña su ubicación, porque estas construcciones suelen estar asociadas a elementos religiosos y aquí la tenemos superpuesta a un edificio civil. Sin embargo, podemos estar seguros de que se utilizó para conjurar tormentas porque quedó memoria oral de aquellas ceremonias. Probablemente combinando los conjuros con las procesiones de los santillos de la piedra”
¿Por qué ubicar el conjuradero sobre una casa particular? Solo podemos entrar en el territorio de la especulación. Pero se construyó y ahí sigue, muy deteriorado ya, en la zona baja del pueblo.
¿Alguna razón para que se encuentre en ese lugar? “Posiblemente —continúa el investigador— estaba en la zona donde Fuenterrobles mira hacia Villargordo, que es desde donde suelen venir las tormentas de verano más dañinas, las que llegan cargadas de pedrisco”.
Prácticamente nadie recuerda ya en Tierra Bobal que en otro tiempo se hicieron conjuros contra las tormentas. Pero se hicieron. Y esa reliquia arquitectónica lo certifica.
Claro, que no era el único rito con el que se conjuraban las tormentas. En otro tiempo se usaron cruces de sal delante de las puertas de las casas cuando había tormenta y se sacaban a las ventanas las estalactitas recogidas en la Cueva Santa (como comentamos en este reportaje). También era habitual guardar algún pedazo de pan bendito del cual se lanzaban unas migajas delante de la puerta de la casa rezando algunas oraciones cuando había tormenta (ver este artículo). Y, por supuesto, también se encendían, ante una tormenta, las candelas que se guardaban en casa y habían sido bendecidas el día de la Candelaria.
Saber más:
- Hay un estudio sobre los conjuraderos en las catedrales escrito por Rafael Gil Bautista que puedes ver en formato PDF en este enlace.
- Si quieres detalles de cómo eran las rogativas, bendiciones y conjuros, el mismo autor tiene otro trabajo centrado en Orihuela. El PDF está aquí.
- Y, si te animas a leer en latín, la Biblioteca Digital de Castilla y León pone a tu disposición una copia de un libro que fue todo un éxito editorial impreso en Burgos en el siglo XVIII: el Libro de conjuros de Ximénez contra todas tempestades de truenos, granizo, rayos y contra las langostas. Te lo puedes descargar desde este enlace.