La uva bobal: adaptación perfecta
al territorio
Tradición y modernidad en un mismo cultivo
La variedad tradicional
de la comarca
es una joya natural
de la comarca
es una joya natural
Cada día demuestra su capacidad expresiva
La bobal, la cepa más típica de nuestro territorio, es el resultado de un largo proceso de evolución de la vitis vinífera, es una variedad perfectamente adaptada al suelo y al clima de la comarca. Ha sido cultivada por generaciones de viticultores y ahora está en los altares de la cultura enológica internacional por su capacidad expresiva.
Conocida también como Requena, Requení, Provechón, Carignan d’Espagne y Bobale di Spagna, la bobal es una cepa íntimamente unida al desarrollo de la vitivinicultura de Utiel-Requena y su mejor seña de identidad. Esta variedad se cultiva exclusivamente en este rincón del planeta y en algunas pequeñas zonas relativamente próximas. De hecho, ocupa el 75% de la superficie total de viñedo de la comarca.
Esta planta resiste tanto el calor como las heladas. Brota tarde y madura con retraso si la comparamos con a otras variedades, lo que hace que retenga mejor los ácidos, sobre todo del tartárico. Se puede reconocer así:
Esta cepa es de tamaño medio a alto y porte semierguido. Tiene sarmientos rastreros que pueden cubrir totalmente el suelo y así mantener mejor la humedad.
Sus hojas son grandes y tienen unos cambios de color muy marcados. El rojo que presenta en otoño es probablemente el más característico.
Sus racimos son compactos y de buen tamaño. Los granos resultan irregulares, con forma de disco y un color azul-negro intenso. La piel es gruesa, la pulpa blanda y blanca y el zumo incoloro.
Su permanencia en nuestra historia es innegable. Sin embargo, su prestigio no siempre ha sido tan innegable como ahora.
Aún así su historia es muy larga; aquí tenemos unos datos:
Aún así su historia es muy larga; aquí tenemos unos datos:
Fueron los romanos los que debieron darle nombre. Hoy, los expertos en etimología nos dicen que bobal debe proceder del latín bos, bovis, o sea, buey por la semejanza del fruto con la cabeza del animal.
Las primeras noticias escritas de la bobal nos las proporciona Jaume Roig, el gran escritor del Siglo de Oro de las letras valencianas. En su obra gran obra, titulada Espill (Espejo) y escrita a mediados del siglo XV, menciona y alaba la variedad bobal frente a otras.
Del siglo XVI tenemos nuevos testimonios: son las pepitas de bobal halladas en la bodega del Convento del Carmen de Requena.
Seguimos avanzando en el tiempo y en el último tramo del XVIII encontramos al gran botánico y experto en vides Simón de Rojas Clemente (1777-1827). Él hablaría de los vinos de la comarca que se elaboraban con bobal, contando que eran los más vendidos en los pueblos de la Serranía del Turia (Valencia). Fue el primero en describir la bobal con el nombre de Vitis vinifera austerisima.
Encontramos más datos sobre la bobal en esta comarca en el último tercio del XIX, en 1877 concretamente. Entonces, la comisión provincial encargada de preparar las aportaciones valencianas a la Exposición Vinícola Nacional, calculó que los campos de Requena y Utiel tenían la mayor concentración de bobal, con 18.000 hectáreas.
Entramos en el siglo XX con un hito de interés: la creación de la Estación de Viticultura y Enología de Requena en 1910. A esta institución hay que unir el trabajo de afamados enólogos como Rafael Janini, Fernando Morencos, Pascual Carrión, Félix Cuartero, José Vicente Guillem o María Ángeles Novella. Todos ellos potenciaron la variedad bobal, aunque su envejecimiento seguía siendo una práctica escasa, si exceptuamos el trabajo de Ricardo Ylario o el de Lucio Jordá.
Solo en el siglo XXI llegó la gran apuesta por el envejecimiento, descubriendo para el mundo una variedad llena de expresión, de matices y de calidad.