Cada primavera, vecinas y vecinos de Fuenterrobles se ponen en marcha el segundo domingo de mayo para ir en romería hasta la Cueva Santa del Cabriel, a 15 kilómetros de su localidad. Este 2023 se ha repetido esta tradición con la que se honra a la Virgen de la Cueva desde hace siete siglos aproximadamente. Parecen muchos siglos. Y sin embargo, el carácter sagrado del lugar tiene raíces aún más profundas, porque este espacio fue considerado como un santuario ya en época ibérica. Y en la comarca nunca se ha dejado de sentir su poder.
Cada año, el segundo domingo de mayo, buena parte del vecindario de Fuenterrobles acude en romería hasta la Cueva Santa, un lugar tradicional de peregrinación que se ubica en un barranco abrupto de la margen izquierda del río Cabriel y que pertenece al término municipal de Mira, en la provincia Cuenca. Unos hacen caminando el trayecto de 15 kilómetros, otros solo recorren a pie el último tramo y hay quien lleva su coche hasta el alto de la Cueva. En cualquier caso, están repitiendo el trayecto que siguieron sus abuelos que, décadas atrás, acudían a esa misma cita a la grupa de caballos o en carros que se engalanaban con romero y plantas silvestres para demostrar, al regreso a casa, que se había cumplido con la visita a la Virgen.
Los medios de transporte han cambiado. Han cambiado las gentes, su indumentaria y sus costumbres. Pero la romería, que dura toda la jornada, mantiene casi invariable el mismo rito desde hace mucho. Comienza con una misa en el interior de la cueva. Y una vez finalizada, la imagen de la Virgen se transporta fuera de la cueva. En otros tiempos se continuaba la fiesta en la explanada que hay frente a ella aunque ahora, para proteger la zona, se lleva la imagen hasta las Casas del Alabú para que los fieles le canten. Finalizada esa ofrenda festiva de música y versos, llega el momento de los bailes populares y del almuerzo campestre del que se da buena cuenta antes de regresar al pueblo.
Un enclave de peregrinación durante siglos
En el siglo XXI, ya solo los vecinos de Fuenterrobles celebran esta romería. Pero hubo un tiempo en el que también las gentes de Camporrobles, Villargordo y Venta del Moro, igual que las de Pesquera y Mira y prácticamente todos los caseríos del valle del Cabriel visitaban en la primavera ese singular enclave. Hay noticias de ello ya desde el siglo XVI. Y cuando no existían ni el santuario de Nuestra Señora del Remedio en la Sierra del Negrete (en Utiel) ni el de Tejeda, en la localidad conquense de Garaballa (que originalmente también fue una cueva como contemporánea de esta), los romeros llegaban aquí desde poblaciones mucho más alejadas.
En general, los estudiosos consideran que la Cueva Santa del Cabriel comenzó a ser utilizada como una ermita dedicada al culto mariano a partir de la Reconquista de la región, que culminó con la toma de Requena en 1239. Las primeras referencias escritas sobre ella se localizan en el siglo XIV. Aunque, tanto los documentos escritos como los hallazgos arqueológicos indican que su época más importante como ermita mariana se desarrolló durante los siglos XVI y XVII.
Pero la Cueva Santa había comenzado a ser considerada un espacio sagrado mucho tiempo atrás: ya era un santuario dedicado a la divinidad femenina durante la época ibérica, es decir desde el siglo V a.C.
La pregunta que asalta al mundo académico es esta: ¿es posible que este lugar haya sido considerado sagrado durante más de 2.500 años?, ¿que haya tenido una atención especial a pesar de los cambios históricos, culturales y tecnológicos vividos?
Las cuatro edades de la Cueva Santa
Para quien no conozca e espacio, diremos que la apertura de la cueva, orientada hacia el Oeste, se sitúa en la pared de un barranco. A partir de la boca hay un estrecho pasillo de más de 11 metros que desemboca en una gran sala central de forma semicircular que tiene en el centro dos grandes estalactitas. Y, al fondo de la sala, una cubeta que suele estar llena del agua que se filtra por el terreno, sobre todo en época de lluvias abundantes. Son las mismas filtraciones que dan origen a las estalactitas y estalagmitas que pueden encontrarse allí. Además de esa gran oquedad principal hay dos salas más.
Que esta cueva fue utilizada durante la prehistoria es algo sabido desde antiguo. Para conocer más sobre el lugar, en los años 60 del siglo XX, un grupo de escolares realizó una serie de excursiones arqueológicas (con más voluntad que conocimientos) en las que hallaron entre 30 y 40 vasos ibéricos y otros restos cerámicos que hoy se encuentran en el Museo de Cuenca. En los años 70 hubo una nueva intervención (se podría hablar más bien de expolio), utilizando incluso explosivos. Y solo en el siglo XXI, en 2003, un equipo de las universidades Complutense y de Alicante hizo prospecciones arqueológicas sobre la superficie y las cavidades de la cueva para determinar mejor su uso a lo largo de los siglos. Sus conclusiones son bastante claras y nos hablan de cuatro épocas bien diferenciadas.
1. Enterramientos durante la época prehistórica
Aunque las evidencias más antiguas son escasas, apuntan claramente a que, en épocas muy remotas, la cavidad tuvo un uso funerario. Hablamos de finales del calcolítico e inicios de la Edad de Bronce. O lo que es lo mismo, de entre 1.700 y 1.500 años antes de nuestra era. En aquella época, la cueva fue lugar de enterramientos.
2. Santuario de la cultura ibérica
La sofisticada cultura ibérica, que se desarrolló desde el siglo V a.C., es sin duda la primera gran protagonista histórica de la cueva. En primer lugar, porque una gran parte de los restos arqueológicos hallados en ella (con interesantes cerámicas) son de esa época. Y, además, porque su carácter sagrado vendría confirmado por elementos que se repiten en otras cuevas rituales similares del territorio ibérico: se ubica en un punto de difícil acceso, tiene orientación hacia el ocaso, cuenta con una cubeta para recoger el agua y en el centro de la sala principal hay dos grandes estalactitas que funcionarían como piedras sagradas.
Sobre su orientación todo el aspecto mágico aparejado hablamos en nuestra entrevista. ¡No te la pierdas!
La cultura ibérica sucumbió por la presencia política y militar romana, a pesar de lo cual, la cueva siguió teniendo culto. Prueba de ello son muestras de recipientes cerámicos y de pequeños cuencos de cristal de ese periodo.
3. Un paréntesis de silencio y misterio
De la época islámica, en cambio, hay muy pocos restos. La historia nos dice que, en aquel momento, toda la comarca era zona de pillaje y la despoblación fue la nota predominante. Pero lo más probable es que su carácter sagrado no se olvidara nunca.
4. Se inicia el culto mariano y se renueva la actividad
En efecto, cuando la Reconquista alcanzó a este territorio y se aceleró la cristianización, el lugar volvió a recibir interés por parte de la población local, aunque ahora se había convertido en una ermita dedicada a la Virgen de la Cueva.
Como hemos comentado antes, a partir del siglo XIV, la cueva vuelve a ser un espacio de relevancia para la comarca y el culto en ella se hizo realmente importante durante en los siglos XVI y XVII. Es cierto que el tiempo, los cambios demográficos y culturales han reducido su impacto. Pero en el imaginario colectivo, el espacio de la cueva ha mantenido su aspecto sagrado y mágico de uno u otro modo.
La magia pervive en las costumbres populares
Antes de que las y los expertos en arqueología se ocuparan de catalogar cada resto de cerámica y cada huesecillo encontrado en la Cueva Santa del Cabriel, Fernando Moya, cronista oficial de Fuenterrobles, había hecho un concienzudo trabajo de documentación en archivos y de recogida etnográfica de usos y costumbres. Y sus conclusiones no pueden ser más interesantes porque revelan hasta qué punto el espacio sagrado de los íberos mantuvo su importancia a través de los siglos, perviviendo en costumbres que se mezclaron con el culto mariano.
Hablamos de prácticas que no son en absoluto ortodoxas según la doctrina oficial católica, pero que se documentan ya desde el XVIII y hasta tiempos muy recientes. Las más importantes son:
- Piedras mágicas. Una de las costumbres más habituales de los peregrinos ha consistido en llevarse pequeños pedazos de las estalactitas o estalagmitas de la cueva, porque tradicionalmente se ha entendido que tenían el poder de proteger contra las enfermedades, los malos espíritus y, muy especialmente, contra las tormentas. Las piedras, que se guardaban en la casa, se colocaban en las ventajas, balcones y puertas mientras durara el mal tiempo.
- Agua que sana. También el agua de la cueva ha tenido una consideración especial. Tanto que, aunque no estuviera formalmente bendita, era costumbre santiguarse con ella. Además, los niños eran metidos en la cubeta de agua también para que quedasen protegidos por la Virgen, por supuesto, también se utilizaba su agua para sanarlos de cualquier enfermedad.
- Ofrendas al poder protector. Y, por supuesto, además de visitar de forma colectiva la cueva el día de la romería, la población regresaba a la Virgen de la Cueva cuando las sequías amenazaban las cosechas. Con ofrendas en forma de rezo y cantos, pero también en forma de vergeles. Era el modo de asegurar la protección del campo y del ganado.
Tradicionalmente la virgen de la Cueva Santa, la Señora de Cueva, era protectora de los niños, de las mujeres y guardiana del alma de los muertos. Bajo su protección estaban los campos, las cosechas y los ganados . Era la proveedora del agua para la tierra y a ella se le hacían las rogativas necesarias para que lloviese.
La religiosidad popular enlaza los tiempos paganos y los cristianos de forma natural. Como explica Fernando Moya, la jerarquía católica nunca prestó demasiada atención a unos ritos que, como estos, se desarrollaban lejos de los núcleos de población, sobre todo porque los consideraban suficientemente cristianizados. Y, desde luego, ninguna visita pastoral del obispado de Cuenca (al que pertenecían los pueblos de nuestra comarca) iba a trasladarse 15 kilómetros por terreno abrupto hasta este lugar. Si a ello le sumamos que jamás se construyó un santuario como sí sucedió en otros espacios como el de Tejeda, la conclusión es que con toda probabilidad, muchas de las costumbres y creencias relacionadas con la Cueva Santa sean herencias de tiempos muy lejanos.
Porque cambió el entorno y la cultura. Cambiaron los tiempos y las divinidades se sucedieron. Pero la magia siguió en la Cueva Santa del Cabriel.
Para saber más:
- Fernando Moya Muñoz escribió sus investigaciones sobre el tema en el libro titulado La Cueva Santa del Cabriel: aproximación a la evolución histórico-religiosa del santuario y de la imagen allí venerada. Editado por el Ayuntamiento de Fuenterrobles en 1998 (ISBN: 84-930034-0-9)
- Alberto J. Lorrio, Teresa Moneo, Fernando Moya, Sara Pernas y M.ª Dolores Sánchez de Prado hicieron explicaron sus investigaciones arqueológicas en el artículo titulado «La Cueva Santa del Cabriel (Mira, Cuenca): Lugar de culto antiguo y ermita cristiana» que fue publicado en el nº 17 de la revista científica Complutum, en 2005. Puedes leerlo en este enlace.
- Más recientemente, la arqueóloga especialista en cuevas rituales Sonia Machause López, el astrofísico César Esteban y de nuevo Fernando Moya Muñoz publicaron un estudio sobre la cueva y su relación con su orientación astral. El artículo, en inglés, se titula “Enduring Sacred Places: The Astronomical Orientation of the Iberian Cave-Sanctuary of Cueva Santa del Cabriel in Spain” y lo publicó la revista Journal of Skyscape Archaeology en su volumen 5 el año 2019. (Se puede descargar, en inglés, en este enlace)
- La arqueóloga Sonia Machause López, del departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la Universitat de València nos cuenta más sobre las cuevas rituales, con atención especial a las que se utilizaron en el territorio de Kelin, en el siguiente video.