Vicente Marco, escritor: “Crear Anerai fue como vivir durante algún tiempo dentro de una ficción permanente”

Anerai era un saludo íbero. Y hoy es también el nombre de un personaje mágico y hermoso que, desde un relato literario, invita a recorrer y conocer mejor nuestra comarca. A quienes vivimos en ella y a quienes nos visitan.  

Esta segunda Anerai, la literaria, tiene un padre: el escritor Vicente Marco. Hoy hablamos con este novelista, cuentista, dramaturgo y profesor de talleres de escritura para que nos aproxime al momento en el que él convierte nuestra historia y nuestro paisaje en un relato mágico y apasionante. Un relato que durante este curso también visitará los centros educativos del territorio.

Pregunta: Después de una intensa investigación de la comarca, de su cultura y su historia ubicaste a Anerai entre los íberos. ¿Por qué en ese momento histórico? 

Respuesta: Porque creo que no es muy descabellado afirmar que la historia de la comarca empieza en esa época. Por eso se me ocurrió crear un personaje transversal en el tiempo, que sobreviviera generación tras generación, desde el mundo íbero a nuestros días. Decidí que su historia comenzara en Kelin, un lugar significativo, de visita obligatoria para el viajero. Y di a mi personaje el nombre de Anerai, un saludo íbero que significa bienvenida.

P.: Sí, ella aparece en el mundo de los íberos, pero justo en un momento de guerra y conflictos. ¿Hay alguna razón para ello? 

R.: Bueno, es un personaje íbero pero inmortal como gran parte de la cultura de la comarca; se trata de una anciana que nació entonces, pero aún vive en el tiempo del relato y aparece a los viajaros para contarles de primera mano los episodios más relevantes de la historia. Por desgracia, algunos de esos episodios son conflictos bélicos, como la invasión napoleónica, pero otros no: la inauguración de la estación del tren de Utiel, la vida cotidiana de Requena en el siglo XV vista desde la Torre del Homenaje, las actividades naturales en las Hoces del Cabriel, la tormenta de Santa Sabina, el nacimiento de las bodegas… por citar solo unos cuantos.

Se me ocurrió crear un personaje transversal en el tiempo, que sobreviviera generación tras generación, desde el mundo íbero a nuestros días

P.: En cualquier caso, sin conflicto no hay relato. 

R.: Efectivamente. En mi relato, el conflicto principal es la aparición de Anerai, ese personaje insólito que surge de repente y que genera la expectación que necesita el lector porque desea saber quién es y qué va a sucederle. 

P.: ¿Cuál fue el proceso creativo hasta llegar a Anerai? ¿Cómo se consigue que un montón de datos lleguen a generar un relato como este, lleno de magia? 

R.: Yo solo conocía la comarca por mis visitas turísticas. Había recorrido las calles de los pueblos, los parajes naturales, las iglesias, había ido a ferias, visitado museos, bodegas…    También la conocía porque en el año 2018 me concedieron el premio de teatro Ciudad de Requena, que es uno de los premios de teatro más importantes de España con una alta participación de autores no solo españoles sino de Hispanoamérica. Pero por supuesto, este conocimiento de la comarca era muy limitado e insuficiente para escribir el cuento. Así que debí adentrarme en su historia, tradiciones, gozar de su patrimonio cultural, natural, y para ello conté con la gran ayuda de la Mancomunidad del Interior Tierra del Vino, de cronistas, historiadores… que me brindaron la oportunidad de conocer a fondo el territorio, sus orígenes y sus gentes. Pensé lo que debía contar y lo que no debía contar. La información que deseaba transmitir. Pero un cuento posee un poder que va mucho más allá de la información pura y dura. Un cuento es también acción y emoción. La acción es lo que sucede y, en muchos casos, lo que origina que el lector se enganche a la historia. Pero lo fundamental son las emociones y esas emociones van asociadas a un escenario determinado, a un episodio determinado y el gran poder de la emoción reside en que fija siempre el recuerdo. Los lugares dela comarca, su historia sus tradiciones. 

Para ello utilicé este personaje del que he hablado. Un personaje que ha vivido desde el principio de los tiempos, pero no lo identifiqué a la primera. Es decir, empecé a crear el relato, sabía cómo era el personaje pero no quién era. Fue en una de las últimas conversaciones con Fernando Moya. Había hecho muchas visitas, había estado con él en diferentes lugares, también con Fermín Pardo, con Tomás Pedraz pero no conseguía identificar quién era esa anciana, no conseguía descubrirla exactamente hasta que aquel día en que me vino la luz y pude terminar de construir el relato, colocando las pistas suficientes para los lectores. 

Así que recabé información, planifiqué, pero fue el propio personaje quien me llevó hasta el final, como en el cuento, para que descubriera quién era ella y qué hacía allí.

Un cuento posee un poder que va mucho más allá de la información pura y dura. Un cuento es también acción y emoción.

P.: ¿Alguna anécdota de este largo proceso de investigación? 

R.: Pues estuve cinco o seis meses leyendo y visitando distintos lugares de la comarca y en una ocasión, subiendo al Molón de Camporrobles con Tomás Pedraz, me dio un bajón de azúcar. Yo soy diabético, debía comer, pero no tenía nada, salvo las bayas de los enebros que aparecían en nuestro camino que, desde luego son dulces y me salvaron de a saber qué, pero cuando comes unas cuantas el estómago empieza quejarse. Y se quejó. Vaya si se quejó. 

Aparte de esa anécdota puntual con desenlace escatológico, creo que lo más importante es que a medida que visitaba la comarca y me iban acompañando a uno u otro lugar, se iba creando el cuento en la propia realidad porque mis acompañantes se integraron en la narración y dejaron de ser solo personas y se transformaron también en personajes. Esa mezcla provocó que en ocasiones no supiera muy bien si estaba en la realidad o en la ficción y todos los que me ayudaron, no solo me dieron información, sino que contribuyeron ellos mismos a crear el cuento pues se convirtieron en cuento. Fue como vivir durante algún tiempo dentro de una ficción permanente. 

P.: En Anerai aparece un escenario que se convierte casi en un personaje y es la Cueva Santa. ¿Por qué esa importancia? 

R.: Primero por la fascinación que me produjo la cueva. La primera visita que hice también fue con Tomás y esa atmósfera que se respiraba allí dentro ya era bastante inspiradora. Además no funcionaba la luz, por lo que íbamos alumbrando con el móvil y todo adquiría un tono bastante misterioso. Y no vi la Virgen hasta mucho tiempo después de estar allí dentro. Y fue como si hubiera aparecido de veras.  Cuando conocí la historia de las peregrinaciones y la devoción por el lugar y la identificación de esa Virgen con la madre tierra, con esa tierra de múltiples colores de la comarca… me pareció el lugar que andaba buscando para cerrar el cuento. 

P.: Y ahora ¿qué esperas de este nuevo paso que vais a dar dramatizando el relato con chicos y chicas de la comarca?, ¿qué puede suceder? 

R.: La dramatización de la pieza principal ya la he escrito. O sea, tengo el tronco del árbol y lo que pretendo es crear diferentes ramas con el alumnado. Porque si voy y lo representamos en colegios, al día siguiente se les ha olvidado. Pero si ellos participan, si construyen las ramas del relato, las pequeñas historias de sus territorios, que tienen que descubrir por sí mismos, es mucho más motivador y, en consecuencia, permanente. 

La dramaturgia la realizarán en pequeñas compañías en talleres de 4 horas de trabajo intenso y mi experiencia es que les ilusionan mucho este tipo de proyectos creativos. 

La única manera de captar la esencia de un lugar es transmitir lo que nos ofrecen los sentidos. Los cinco.

P.: Después de escribir el cuento base continuaste la historia con varios relatos más que van a otras épocas: ¿qué significó esta ampliación del proyecto? 

R.: Pues me divertí mucho. Ya disponía de toda la información y la base de la historia. Así que, aunque indagué un poco más para trabajar los nuevos cuentos, ya pude crear tramas más complejas e integrar otros elementos que antes habían quedado fuera, o darles visibilidad. 

P.: ¿Cómo has conseguido que tus relatos resulten atractivos, tengan magia y sigan siendo locales sin caer en esa nostalgia tramposa que es tan habitual? 

R.: Creo que todos estos cuentos tienen un cierto humor, aunque no sea explícito. Hay un desenfado ahí para evitar eso, para evitar caer en esa sensiblería que aludes y que a mí tampoco me gusta. Por eso busqué siempre que la voz narradora contara con un humor fino, que es fino porque apenas se nota, no porque sea especialmente elegante. 

P.: Y para terminar, ¿hay algún secreto para capturar la esencia de la comarca con la literatura?  

R.: Creo que la única manera de captar la esencia de un lugar es transmitir lo que nos ofrecen los sentidos. Los cinco. Narrar las percepciones. Los detalles que generan la emoción y convierten el lugar en algo único. No se trata de transmitir la emoción ni de contar la emoción, sino de mostrar lo que has visto, lo que has oído, lo que has tocado, que el lector ocupe tu misma posición. Y que desde esa posición admire la grandeza de esta comarca que, sin duda, tiene muchos elementos dignos de admiración.

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