Nuestra comarca está salpicada con hasta cinco torres cuadradas de aspecto macizo. Todas tienen cierto aire militar. Y todas están todas situadas en cerros, mirándose unas a otras mientras parecen vigilar el terreno. No son espacios defensivos, pero fueron elementos clave en la seguridad nacional. Y si se miran unas a otras es porque formaban parte de una red que aseguraba las comunicaciones gubernamentales en tiempos de Isabel II. Se trata de torres de telegrafía óptica. Hoy señalan algunos de los mejores miradores desde los que contemplar nuestro paisaje.
A quienes utilizamos internet de alta velocidad nos suele resultar difícil entender un mundo en el que la información viajaba, como mucho, a la velocidad de un caballo. Pero así se mantuvieron grandes imperios durante siglos: con calzadas, sistemas de postas y mensajes escritos. A ello hay que agregar los silbidos y las señales hechas con campanas, con humo o con fuego, pero esos medios solo permitían enviar mensajes muy simples. Hasta la época de la Revolución Francesa.
Entonces, en aquella época de inestabilidad política, cuando la ciencia y la historia se aceleraban, se implantó la primera red de telegrafía óptica. Era 1793 y la Francia republicana quería usar esta herramienta para mantener el orden y la integridad de sus fronteras. El invento tardaría casi medio siglo en llegar a España.
Comunicación a distancia con señales ópticas
Básicamente, la telegrafía óptica fue un sistema de comunicación que permitía enviar mensajes complejos a larga distancia mediante señales. Se levantaban torres que pudieran verse unas a otras, como se había hecho en tiempo remotos, pero ahora podían estar mucho más alejadas entre sí y enviar mensajes cifrados complejos, porque las técnicas de pulimentado de lentes ya hacían posible que, con ayuda de buenos catalejos, aquellos mensajes entre torres se pudieran transmitir con una fiabilidad muy alta. De Madrid a Valencia, la información podía viajar utilizando tan solo 30 puntos de conexión y muy pocas horas. Adiós a los viajes de dos o tres días cambiando de caballo cada poco.
Era 1844 cuando el gobierno español dio la orden de construir toda una red de telegrafía óptica que facilitara las comunicaciones oficiales en los puntos más importantes del país. Ya habían existido algunos de estos telégrafos antes en España: uno que unía Madrid con los Reales Sitios y alguna línea más se creó en zonas isabelinas durante la Primera Guerra Carlista. Pero el que se puso en marcha ese año era un gran proyecto estatal que tenía un objetivo claro: debía ayudar a mantener a la joven reina Isabel II en su trono y al país en una situación razonablemente estable.
El proyecto elegido fue responsabilidad del ingeniero y militar José María Mathé Aragua, que diseñó una red con tres líneas que partían desde la capital: Una de ellas iba hasta Irún atravesando Castilla y comenzó a funcionar en 1846. La segunda era una línea que llegaba a Cádiz. Y una más, que debía llegar hasta Cataluña y La Junquera, era la que pasaba por Valencia. Este tramo Madrid-Valencia comenzó a construirse en 1848 y empezó a funcionar un año después.
Cinco torres para que un mensaje atravesara el territorio
De las treinta torres entre Madrid y Valencia, fue necesario instalar cinco en nuestra comarca: la número 21 se instaló en Villargordo del Cabriel, en el Alto de la Paradilla; la siguiente en la Sierra de la Bicuerca, en Fuenterrobles; y tres más en Requena: la 23 que está en la Jedrea, la 24 en la Atalaya y la 25 en la Agudilla.
Como recuerda Ignacio Latorre en una de sus píldoras de historia: “sólo con veinte torreones el mensaje llegaba de Madrid a la comarca y, sin embargo, otros cinco se necesitaban para cruzarla y, además, de éstas, tres se ubican dentro del término municipal de Requena, caso único en toda la línea. Fue justamente en nuestra Meseta comarcana donde la telegrafía óptica encontró más accidentes geográficos a salvar”.
Cuando el proyecto se puso en marcha, el gobierno animó a utilizar elementos ya existentes, como castillos o torres. Pero, para cuando fuera necesario construir torres, se fijó un modelo para su construcción. Es el mismo que se puede ver repetido con algunas variaciones en nuestra comarca y en otras poblaciones españolas donde las torres se mantienen aún en pie: tienen aproximadamente 7 metros de lado y la altura de tres plantas, es decir, unos 12 metros.
Fortalezas para la comunicación gubernamental
Todas tienen aspecto de fortaleza. Esta impresión está provocada por el aspecto del tramo inferior: en esa planta no hay más vanos que unas pequeñas troneras y sus muros suelen presentar un alambor, ese talud o plano inclinado que utilizaban las fortalezas para evitar el ataque con escalas o máquinas de guerra. No suele haber puerta allí, a pie de calle: el acceso a la torre se traslada al siguiente piso, por lo que debía hacerse una escalera móvil de madera. ¿Incómodo? Sí, pero hay que recordar que estas torres, diseñadas por un militar, tenían un gran valor estratégico para un estado que había vivido demasiados años en guerra.
En los siguientes tramos solía haber ya más vanos. Y en la tercera y última planta, el sencillo mecanismo con el que se movían los indicadores del telégrafo, que estaba situado sobre sobre la azotea.
En un mundo en el que aún no se había inventado el código Morse, cada modelo de telégrafo óptico utilizaba su propio sistema de señales. Y el que propuso el ingeniero Mathé era tan sencillo como eficaz. Tenía tres elementos: el primero era un indicador móvil con 13 posiciones con el que se codificaba el mensaje; este indicador se situaba en el centro un bastidor con tres franjas oscuras a cada lado. Con esos dos elementos se enviaban los mensajes. Pero aún había, en uno de los extremos, una bola móvil con 6 posiciones. Esta última servía para dar indicaciones a los otros torreros y avisar de posibles problemas en la comunicación, incluida la niebla.
Demasiado tarde para triunfar
Los torreros eran los encargados de observar las dos torres inmediatas. Cuando uno de ellos recibía una señal, debía anotar el mensaje recibido y transmitirlo a la siguiente torre… sin conocer su contenido. Porque aquellos mensajes gubernamentales estaban cifrados y no podían estar en manos de cualquiera. Los encargados de descifrar la comunicación eran miembros de un escalafón superior. Y es que estamos ante un grupo de trabajadores que, aun siendo civiles, estaban organizados de forma muy jerarquizada. Después de todo, de ese ámbito procedía Mathé, el hombre que diseñó todo un sistema de telecomunicación enormemente eficaz que, sin embargo, llegaba tarde.
Sí, porque al mismo tiempo que España desplegaba esta red de comunicación, en Francia ya estaban realizando las primeras pruebas del telégrafo eléctrico. Esta nueva invención ultrarrápida y el sistema Morse de señales convirtieron todo el sistema —torres, torreros y código—en un conjunto obsoleto solo una década después de su estreno.
Las torres que señalan miradores impresionantes
Las cinco torres que se instalaron en la comarca siguen ahí, vigilando el paisaje. Impresionantes en sí mismas por su aspecto defensivo y su perfil cuadrado. E impresionante también el paisaje que se contempla desde los espacios donde se ubicaron.
Actualmente están todas señalizadas y cuentan con paneles que explican su origen y su función histórica. Y atendiendo a su privilegiada ubicación, la marca turística Tierra Bobal las ha incluido en una red de miradores paisajísticos que está en construcción.
¿Te animas a visitarlas?
Para saber más:
- Pasquale de Dato y Yolanda Hernández Navarro publicaron en el nº 30 de la revista Oleana (del año 2016) un amplio estudio sobre estas torres de nuestra comarca. Puedes descargártelo aquí:
- Santiago Montoya Beleña es responsable de otro artículo publicado en la revista de la Real Academia de San Carlos. En su caso amplía la visión a toda la Comunidad Autónoma. Tienes el PDF aquí
- Y si quieres ver un telégrafo de Mathé en funcionamiento, en Arganda del Rey han reconstruido una torre (era la número 4 de la línea Madrid-Valencia) y todo su mecanismo de señales. Puedes ver el conjunto en este video.
Fotos del Archivo Municipal de Requena