Es preciso volver a dibujar los mapas. Porque, tras la riada del pasado 29 de octubre, el río Magro ya no es el mismo que conocíamos. Ese día, la devastadora tromba de agua que se llevó por delante las vidas de seis convecinos nuestros, destrozó infraestructuras, dañó cultivos y alteró también su cauce.
El Magro, que hasta entonces serpenteaba tranquilo entre cultivos y pueblos, se transformó el día de la dana en un monstruo desbocado que arrasó con todo a su paso y cambió su propia geografía: profundizó su cauce, lo ensanchó, arrastró toda la flora de ribera y convirtió sus márgenes en valles pedregosos. Convirtió en un paisaje lunar espacios donde antes hubo huertas, viñas y almendros. También hicieron lo propio ramblas, regajos y arroyos.
Han pasado más de seis meses desde aquel día y los daños aún se están evaluando y tratando de reparar en múltiples frentes. Viviendas y empresas, campos y cooperativas se dañaron y un largo listado de infraestructuras colapsaron: carreteras, caminos rurales y la línea férrea C3 Valencia-Utiel, que quedó inutilizada.

Puente de Santa Cruz o de las Ollerías
Desaparición de siglos de ingeniería popular
Con las tareas de reconstrucción más urgentes ya en marcha, desde nuestra asociación ponemos ahora el foco en el patrimonio que nos une y que se vio afectado.
En este sentido el primer aspecto que hay que señalar es precisamente el cambio en nuestro paisaje, porque el agua dañó tanto los espacios naturales silvestres como los terrenos de cultivo: viñas históricas, modernos emparrados o terrenos forestales quedaron afectados de diversa manera.
Hay que señalar asimismo con especial atención la pérdida de muchos puentes históricos que cedieron al embate del agua, así como la desaparición de casi todo el patrimonio arquitectónico asociado al agua, como azudes y presas. Hay que añadir también el daño ocasionado a hormas y muros, elementos de piedra seca de tradición secular característicos de nuestro entorno. En definitiva: el agua se llevó por delante muchos siglos de ingeniería popular.
Pero repasemos las diferentes localidades que componen nuestro espacio geográfico.

Puente de Jalance tras la dana del 29 de octubre de 2024. Anteriormente había sido derruido por las riadas de 1540, 1590, 1728 y 1809. Foto: Ignacio Latorre
Utiel: el epicentro de la tragedia
Si hubo un lugar especialmente castigado, ese fue Utiel porque el agua no solo vino del Magro: también bajó en tromba por la rambla del barranco del Infierno, que cruza el centro histórico. En cuestión de minutos, se anegaron más de 300 viviendas y comercios. Seis personas perdieron la vida. Fue la peor tragedia desde la riada de 1907, cuando la misma rambla sembró el terror.
El impacto sobre el patrimonio histórico también fue importante en la localidad. El emblemático arco gótico del siglo XIII de la bodega subterránea del Ayuntamiento colapsó parcialmente, aunque los trabajos para evitar su derrumbe total llegaron rápidamente. También las bodegas de la Puerta del Sol y el refugio de la Guerra Civil sufrieron por la entrada de agua y barro, requiriendo intervenciones urgentes para salvar sus estructuras.

Intervención en el arco medieval de la bodega subterránea del Ayuntamiento de Utiel que colapsó por efecto de la dana. Foto: Ayuntamiento de Utiel.
El Centro de Interpretación de la Alfarería vio afectada su museografía de madera, aunque, por fortuna, mientras esos elementos se reponen se están pudiendo realizar visitas a este hermoso espacio que tan poco tiempo llevaba en funcionamiento.
La Oficina de Turismo, por su parte, sufrió problemas de humedad, aunque se trata de una afectación menor.
Requena: una torre y dos parques arqueológicos heridos
En Requena, los problemas más importantes sucedieron en campos de cultivo e infraestructuras viarias. La localidad perdió puentes históricos como los de San Juan, el Jabonero y los dos de Jalance, testigos de siglos de historia y de anteriores riadas. También fueron importantes los daños en la aldea de Hortunas, donde la crecida transformó un valle fértil en un pedregal estéril. A ello hay que sumar 582 caminos rurales dañados con una longitud acumulada afectada de 752 km.
Pero probablemente lo más grave desde el punto de vista patrimonial es que la riada dañó la base de la Torre Montijana, que forma parte de la fortificación histórica y está catalogada como BIC. También puso en peligro dos tesoros arqueológicos: el Cinto de las Palomas y el Cinto Mariano, ambos espacios con arte rupestre de gran valor. El primero sufrió daños graves porque la crecida del río dañó parte de las pinturas rupestres y desplazó sedimentos arqueológicos. En el Cinto Mariano hubo daños moderados que, sin embargo, requerirán también restauraciones.

La Torre Montijana, en la fortificación histórica de Requena, reconocida como BIC
Puentes colapsados y fuentes colmatadas
En Venta del Moro y en Villargordo del Cabriel las consecuencias se dejaron ver en los campos de labranza. Lo mismo sucedió en Sinarcas por culpa del Regajo que, además de arrasar cultivos, rompió muchos muros de contención, obras de piedra seca de importante valor histórico. También dos puentes, el segundo de los cuales se levantaba sobre el Charco Negro, uno de los parajes naturales más visitados, que quedó afectado por los arrastres, comprometiendo su biodiversidad.
En Caudete, donde confluyen el río Madre y el Magro, los daños afectaron no solo a caminos e infraestructuras, sino también a las fuentes históricas del pueblo. La pérdida de caudales y la colmatación por sedimentos representan un desafío para la recuperación de un patrimonio tan significativo para esta localidad.

Puente de San Juan. Foto: Ignacio Latorre
Música silenciada y senderismo ausente
En Fuenterrobles la Sociedad Musical lo perdió todo. La rambla del Regajo se desbordó y anegó las instalaciones de la banda local, llevándose partituras, instrumentos y uniformes. El silencio se hizo en el pueblo. Pero solo momentáneamente porque con apoyo de otras formaciones, como la Orquesta Filarmónica Fundación Ciudad de Requena, y gracias a la solidaridad de diversas entidades, la banda está renaciendo e incluso incorporando nuevos miembros.
Llegamos finalmente a Chera, el pueblo que presume de contar con una de las joyas indiscutibles del senderismo español: el Parque Natural de Chera-Sot de Chera. Este maravilloso paraje sufrió daños en buena parte de su red de senderos, incluyendo tramos del GR-7. Las avenidas de agua y los corrimientos de laderas borraron marcas, destruyeron pasarelas y dañaron la seguridad de muchos tramos, obligando a cerrar rutas emblemáticas mientras se evalúan los riesgos y se reconstruyen las propuestas para los amantes de las caminatas por el campo.

Utiel tras la riada. Foto: Rafa Muñoz
Un episodio extraordinario en la historia local
La Agencia Estatal de Meteorología calificó el evento del pasado 29 de octubre como uno de los más extremos registrados en la Península. Históricamente, la comarca ha vivido episodios devastadores, como la “Noche de Santa Sabina” sucedida hace casi tres siglos, en 1728, cuando un grave temporal arrasó Utiel y Requena. O las inundaciones de 1907, que devastaron la misma ciudad.
Pero los registros de lluvia acumulada de octubre de 2024, que duplicaron los máximos históricos registrados, mostraron que algo está cambiando: el impacto del cambio climático se hace visible en la virulencia e intensidad de estos fenómenos.
Hoy, mientras los vecinos de la comarca reparan daños, reclaman ayudas y planifican restauraciones, queda también la reflexión: ¿estamos preparados para lo que viene? Las riadas ya no son solo episodios del pasado; son desafíos del presente y del futuro. Restaurar los puentes, los senderos, las bodegas y las fuentes es fundamental, pero también lo es construir una comarca más resiliente, que aprenda de cada golpe de la naturaleza para salir fortalecida y mantener su patrimonio y sus señas de identidad.