La Fundación Miquel Navarro prepara un museo al aire libre en Siete Aguas

El artista, cuyas raíces familiares se encuentran en Requena y Siete Aguas, ha elegido la finca que tiene en las faldas de la Sierra del Tejo para instalar un museo al aire libre. Aunque de momento es un proyecto en construcción, lo hemos visitado porque en este espacio ha comenzado ya a instalar algunas de sus esculturas de gran formato que dialogan con el entorno natural.

La presencia de Miquel Navarro en las manifestaciones que pedían una implantación de renovables más respetuosa con el paisaje de la Comunidad Valenciana fue una sorpresa para muchos vecinos del territorio. Algunas personas sabían que el famoso escultor tenía conexión familiar con la comarca y que con frecuencia se ve su figura alta y delgada por El Rebollar, Requena o Siete Aguas. Pero todos conocimos más detalles cuando la prensa valenciana recogió la noticia de que el artista unía su voz a todas las que, en una coordinadora, se alzaron para pedir en manifestación una ubicación racional de las plantas de producción de energías renovables. Y con aquellas informaciones también se supo que la Fundación Miquel Navarro está transformando La Alqueruela, la finca que el artista plástico tiene en Siete Aguas, en un museo al aire libre. En él, el artista está instalando su colección personal de esculturas de gran formato. Un proyecto que puede resultar icónico para la comarca.

Un artista pegado al terruño

Miquel Navarro es uno de esos artistas que resultan más reconocidos en el extranjero que en su territorio de procedencia. Los especialistas coinciden en afirmar que si, como han hecho otros, él hubiera trasladado su residencia a París o a Nueva York cuando los grandes éxitos internacionales comenzaron a llegarle, su trascendencia local sería mayor. Aunque en el territorio internacional del arte, nadie discute una valía que está más que afianzada desde hace décadas.

Ha presentado su obra en las mejores galerías de arte internacionales y los museos más importantes del mundo cuentan con obra del artista en sus fondos: del Guggenheim de Nueva York al Reina Sofía de Madrid pasando por el Pompidou de París y el IVAM de València. Tiene grandes piezas escultóricas en las plazas de Bruselas, Barcelona, Zaragoza, Vitoria y, por supuesto, Valencia. Acumula los galardones más prestigiosos y ocupa un puesto en la academia de Bellas Artes de San Fernando. Miquel Navarro es, además, junto con Chillida, Picasso, Miró y Tàpies, uno de los cinco autores españoles de todos los tiempos con obra en la colección permanente de la Unesco en París.

A pesar de la larga nómina de sus éxitos, Miquel Navarro sigue trabajando con intensidad en su taller en Mislata, donde realiza pinturas y dibujos, fotografías y esculturas. Cuando abandona el taller es para descansar y unirse con la naturaleza a su finca del interior valenciano. Es un espacio que compró ya hace años y donde pasa cada vez más tiempo: es su refugio. El lugar donde ve crecer sus olivos, donde aguarda paciente a que las cepas de bobal maduren para llevarlas a la bodega y donde discurren sus reflexiones metafísicas, esas que luego traslada a una obra que, de forma tan singular, refleja la tensión entre el ser humano y su entorno, entre los deseos y la realidad, entre las ciudades y la naturaleza, la vigilia y el sueño.

 

Un legado monumental para un lugar extraordinario

La finca de La Alqueruela es una lengua de terreno que discurre de Este a Oeste en un valle de la Sierra del Tejo. Las zonas más elevadas, que de momento se han salvado de la presencia de torres eólicas, las ocupan los pinares. Luego, ladera abajo, comienzan a crecer el viñedo y unos jóvenes olivos. En el centro del valle, al lado del nacimiento de un pequeño manantial que mantiene constantemente llena de agua una balsa, hubo un corral para ganado que Navarro transformó en una vivienda modesta y cómoda en la que retirarse. En torno a ella crecen unas cuidadísimas hortalizas (tomates, pepinos, pimientos), algunas flores (gladiolos, lirios), unos espléndidos nogales y unos cuantos frutales de hueso. Es el pequeño paraíso de Miquel Navarro.

Es un territorio donde se saborea el silencio y donde brillan intensamente azules las libélulas. Un lugar donde asombran cada noche las estrellas y donde brilla la luna más allá de los picos de la sierra.

Este espacio nutre al artista e inspira su obra. Aquí se comprende mejor esa majestuosa pieza escultórica dedicada a La luna del Tejo o el hermosísimo y esbelto Parotet, esa colosal figura que, desde 2003, luce en Valencia en las proximidades de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Esas esculturas son parte de sus vivencias. Son reflejo de su paisaje.

Este terruño es para Navarro paisaje, pero también es tradición, sabiduría y raíz. El artista, cuya familia desciende por ambas ramas de Siete Aguas y Requena, con antepasados datados en la zona ya en el siglo XVI, siente el territorio como algo propio. Durante la visita nos ofrece su vino, elaborado en una bodega de El Rebollar con la bobal de sus cepas. Y en su cocina aparecen para el almuerzo unas verdolagas en salmuera entre otras delicias de la cocina tradicional de la comarca. Los tomates llenan un cesto próximo: la alacena se llenará pronto de conservas caseras.

Física y metafísica. Es la vida del artista en La Alqueruela.

 

Un legado de esculturas que dialogan con el paisaje

Sin dejar de trabajar en ningún momento, el artista ha comenzado a organizar su legado artístico y para ello ha creado la Fundación Miquel Navarro a la que ha donado más de 500 piezas de su colección particular. La institución, que ha recibido el apoyo de todas las administraciones públicas (incluido el Ministerio de Cultura), tiene prevista la apertura de un museo dedicado a Navarro en Mislata, donde nació el artista en 1945. El museo se instalará en el mismo taller donde él ha trabajado durante décadas el barro y los pinceles, los metales y el papel.

Pero Miquel Navarro quiere que su legado se extienda a la tierra de sus mayores en el interior valenciano. Por eso ha elegido su finca de La Alqueruela para instalar ese otro museo al aire libre donde ya ha comenzado a colocar parte de sus esculturas de mayores dimensiones. Sus formas geométricas y sus perfiles estilizados comienzan a poblar el espacio y a entablar un diálogo metafísico singular con el monte, los cultivos locales y la sierra. La población de la comarca escucha ahora atenta.

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