Nuestro patrimonio arqueológico vitivinícola ya aspira formalmente a integrar la selecta lista de bienes que UNESCO considera Patrimonio Mundial. Los yacimientos íberos de nuestro territorio, que atestiguan la elaboración de vino con fines comerciales desde hace más de 2.700 años, optan a esta calificación de valor universal junto con otros bienes arqueológicos de Andalucía y Murcia bajo la propuesta “El vino en Iberia”.
El Consejo del Patrimonio Histórico Español aprobó hace una semana incorporar la propuesta “El vino en Iberia” a la Lista Indicativa de Patrimonio Mundial, que es la relación de bienes que España presenta ante la UNESCO para que sean reconocidos por esta institución atendiendo a su valor universal excepcional. Así, con la incorporación a esta lista, estos bienes se encuentran ya en la antesala de un reconocimiento de enorme valor que podría llegar en pocos años.
Tras el título de “El vino en Iberia” se encuentra lo que los técnicos denominan un “bien en serie” pues su valor reside en el conjunto que forman. En este caso, hablamos de un patrimonio que implica a tres Comunidades Autónomas y que está formado por los lagares rupestres de Requena en Valencia (una auténtica factoría de la época), los pecios de Mazarrón y San Javier en Murcia y el Castillo de doña Blanca en Puerto de Santa María, en Cádiz. Y su excepcionalidad reside en que el conjunto permite interpretar cómo surgió una de las grandes culturas del Mediterráneo: la Ibérica. Hablamos de una civilización que se creó gracias a la relación establecida entre los indígenas que habitaban la Península y los fenicios llegados desde el Mediterráneo oriental y entre los cuales el vino funcionó como un catalizador capaz de impregnar toda la cultura del momento, desde la religión y el comercio hasta las relaciones sociales, el comercio y la producción agrícola.
Llegar a formar parte de esta lista indicativa ha sido una intensa tarea ya que, desde hace varios años, UNESCO ha endurecido los requisitos que exige para entrar en sus registros. Para abordarla con rigor, en 2011 se formó la asociación Territorio Bobal, la entidad que ha liderado el proyecto con el apoyo incondicional del Gobierno Valenciano a través de la Conselleria de Cultura. Inicialmente, la idea que se barajaba era la de buscar el reconocimiento como Paisaje Cultural para toda la comarca, pero finalmente se encontró una visión más eficaz porque hace de este un proyecto único: centrar la propuesta en el vino en la época ibérica y, manteniendo el liderazgo del proyecto en la comarca, invitar a otras Comunidades Autónomas a enriquecerlo hasta hacerlo único. Andalucía y Murcia se unieron en primera instancia y, muy recientemente, Aragón ha solicitado unir a la propuesta alguno de sus interesantes bienes de época ibérica.
Aunque tiene como objetivo inmediato el reconocimiento de UNESCO, la organización Territorio Bobal tiene como meta final defender la cultura del vino en todas sus manifestaciones en el ámbito de la D.O.P. Utiel-Requena. Y con esa amplitud de mira es como ha conseguido involucrar en su empeño a todos los sectores sociales, desde las administraciones locales y el tejido empresarial hasta el conjunto de la sociedad civil. Así, con el impulso decidido de la Mancomunidad del Interior Tierra del Vino y del Consejo Regulador de la D.O.P. Utiel-Requena y con el apoyo de bodegueros, hosteleros, comerciantes y ciudadanos, la asociación se ha convertido en un foro capaz de canalizar las inquietudes de toda una comarca en busca de un crecimiento rural sostenible, basado en una cultura e identidad muy valiosas y rompiendo con él el ciclo de la falta de oportunidades, la despoblación y la irrelevancia.
Carmen Pérez, Presidenta de Territorio Bobal, requenense y experta en patrimonio de prestigio internacional, valora la entrada en Lista Indicativa como una gran noticia. Y contempla el posible reconocimiento de la UNESCO desde su valor cultural pero también como un revulsivo que puede ayudar a estos territorios rurales de las tres Comunidades Autónomas a mejorar su propia percepción y a explotar mejor sus recursos. Recuerda, además, que “estos espacios vitivinícolas, herederos todos de la cultura íbera, no son regiones ricas, sino lugares donde los agricultores trabajan a partir de un valor fundamental: la constancia”.
¿Y después de la lista indicativa? “Ahora es el momento de redactar un proyecto importante, digno de ser avalado por la Junta de Patrimonio y que podamos llevar a París con todas las garantías de salir con el reconocimiento de Patrimonio Mundial”, confirma la restauradora. De modo que el camino ya está trazado y la meta perfectamente definida para dentro de dos o tres años.