Aunque la despoblación hace mella en nuestra comarca y la industria musical global consigue que los gustos de medio mundo sean los mismos, hay tradiciones musicales que perviven a lo largo de los siglos. Y una de ellas es la del canto de los mayos. Un rito para celebrar la plenitud de la primavera, para animar a la formación de parejas y para recordar a todo el vecindario que la vida sigue y hay que celebrarla.
A finales del siglo XVI, concretamente en 1596, en una época en la que la ortodoxia religiosa se cuidaba especialmente, el párroco de Sinarcas envió al obispo de Segorbe una serie de quejas sobre sus feligreses. En su escrito, acusaba a esta población de celebrar unas fiestas que él consideraba poco recomendables desde el punto de vista religioso, pues consistían en “casar moços con moças, viejos con viejas con cantares y bayles”. Y añadía que la celebración “parece más cosa gentílica que de cristianos”.
¿Son los mayos herencia de un pasado pagano remoto? Todo apunta a que es una fiesta que tiene sus raíces en viejas celebraciones de fenicios y griegos que más tarde sería asimilada por los romanos y por los pueblos que fueron conquistando. Pero, sea cual sea su origen, lo que sí resulta fácil intuir es que, en una sociedad agraria, de las parejas jóvenes se esperaba tanta fecundidad como de la propia tierra. El amor romántico no se había inventado. Y, en este contexto, los mayos parecen una forma clara de animar a los emparejamientos y celebrarlos colectivamente.
Una tradición recuperada y revalorizada como Bien de Relevancia Local
El canto de los mayos y las propias composiciones literarias cantables, forman parte de un ritual festivo que se conservó durante mucho tiempo en nuestra comarca, igual que en amplias zonas de la Submeseta Sur como La Alcarria, La Mancha y la Serranía de Cuenca, llegando a otras zonas que limitan entre Aragón y Valencia.
El ritual consistía, básicamente, en que los jóvenes de la localidad salían a cantar durante la noche del 30 de abril al 1 de mayo, animando a los mozos y las mozas solteras a emparejarse. Y no de forma genérica, sino asignando un mayo concreto (así se denomina a los mozos solteros) a cada maya o mujer soltera. Sí, el Tinder del ayer.
El éxodo masivo del campo a la ciudad y el envejecimiento de la población hizo que en muchas áreas la costumbre se perdiera. También se olvidó en buena parte de nuestros municipios. Aunque no de forma definitiva, porque en Requena, la asociación Cantares Viejos, con apoyo de las comisiones de la Fiesta de la Vendimia y el Ayuntamiento, recuperó la tradición hace ahora 26 años. Y fue posible gracias al incansable trabajo de investigación realizado por Fermín Pardo y Teresa Oller, encargados de recopilar música y textos. Y este 2023 también en Fuenterrobles a vuelto a recuperarse el canto del mayo, en este caso a la Virgen.
El olvido, sin embargo, no llegó a Venta del Moro y a sus aldeas de Casas del Rey y de Jaraguas. Allí, el rito se repite sin que su celebración se haya interrumpido en años y sin que nadie lo organice de forma expresa. Ni cofradías ni asociaciones. Ni autoridades religiosas ni representantes del ayuntamiento. Sus raíces, su autenticidad y su tradición fueros las razones por las que en febrero de 2022, la Generalitat Valenciana declaró oficialmente el canto de los Mayos de Venta del Moro como Bien Inmaterial de Relevancia Local.
Mayos a la Virgen, a las mozas y a la Cruz
Quizá fuera porque las quejas de aquel cura de Sinarcas fueran escuchadas o quizá porque la fuerza de la Contrarreforma fue mucha, lo cierto es que al rito de emparejar mozos y mozas en algún momento se le agregó contenido fundamentalmente religioso y aquella fiesta del amor carnal fue bendecida con un prólogo: incorporar antes de los cantos profanos un canto a la Virgen. Por eso, el ritual que encontramos hoy en Venta del Moro se desarrolla siguiendo el siguiente esquema:
- Canto del mayo a la Virgen de Loreto. A las doce de la noche del 30 de abril, la comunidad se congrega a las puertas de la iglesia y canta un mayo a su patrona, la Virgen de Loreto. Es
una larga composición de 112 versos que permanece prácticamente invariable desde al menos el siglo XIX y que, aunque tiene origen culto, ha sido adoptada por la población como un canto propio. - Coplas a la Virgen de Loreto. Terminado el mayo tradicional, cualquier persona del vecindario puede lanzarse en este momento a cantar coplas a ritmo de jota. Suelen apelar a la misma patrona, pero no son composiciones religiosas, sino críticas y comentarios jocosos de los hechos recientes en el pueblo.
- Mayo a las mozas. Terminados los actos que han tenido lugar a la puerta de la iglesia, los quintos y quintas (o sea, los chicos y chicas del pueblo que ese año cumplen 18 años) acompañados de otros jóvenes de la localidad, salen a cantar a todas las mozas solteras del pueblo, da igual su edad, a quienes se les asigna el mozo que, a juicio del pueblo, le resultará más conveniente.
Aunque teóricamente los mayos terminarían aquí, al domingo siguiente y con las primeras luces de la jornada, se vuelven a juntar los quintos y quintas. Ahora para cantar las “Coplas de la Cruz”, que en otro tiempo se entonaban el 3 de mayo, día de la Cruz.
El canto de los mayos de Venta del Moro es el que mejor se ha conservado en nuestra comarca. Y no solo se celebra en la población principal. También sus aldeas de Jaraguas y Casas del Rey celebran los mayos, aunque su pequeña población y la ausencia de jóvenes hace que en la segunda solo perviva la parte religiosa del rito. En Casas del Rey, el canto religioso se dedica a la Virgen de las Mercedes y cuenta con un texto muy parecido al de Venta del Moro. En Jaraguas, la destinataria es la Virgen de los Desamparados y cuenta con una letra de mayor extensión.