Antonia Varela, directora de Fundación Starlight: “Cuando comenzamos a considerar el cielo como paisaje, resultó obvio que estábamos ante un patrimonio valioso que debíamos explotar”

A finales de 2021, una parte importante de nuestra comarca se incorporó a los privilegiados territorios certificados como Destino turístico Starlight. Esta marca, que señala los espacios propicios para observar las estrellas, es responsabilidad de la Fundación Starlight con cuya directora nos encontramos. Para hablar del valor de los cielos, del turismo astronómico y, por supuesto, del cielo nocturno como un valioso patrimonio.

Pregunta: Considerar los cielos nocturnos como un patrimonio es una propuesta rompedora que nació en 2007 con la Declaración de La Palma. ¿Cómo surgió la idea?

Respuesta: La Declaración de La Palma es el primer manifiesto en el que se hace una defensa firme del cielo nocturno. En ella, por primera vez, se plantea que el cielo nocturno es un derecho de la humanidad equiparable a cualquier otro derecho social o medioambiental. La razón es la repercusión que tiene la oscuridad en el desarrollo de la biodiversidad, del medio ambiente e incluso de del ser humano.

No es casual que este movimiento comenzara en Canarias. Aquí tenemos dos de los observatorios astronómicos más importantes del mundo gracias a nuestras condiciones naturales. Pero el aumento de población, el incremento del turismo y el uso inadecuado de luminarias ocasionó un grado de contaminación lumínica que nos estaba haciendo perder ese cielo estrellado. Entonces nos pusimos en marcha.

El movimiento comenzó mucho antes que la Declaración de La Palma. De hecho, ya en el año 1988 conseguimos que se elaborara la primera ley del mundo en defensa del cielo nocturno. Se hizo pensando en los dos observatorios y tenía aplicación en la isla de La Palma y en la mitad de Tenerife. La idea se fue extendiendo a otras comunidades autónomas como Navarra, Cataluña, Andalucía, Baleares y a otros países como Chile. Y ahora nosotros mismos estamos trabajando en una legislación que abarque toda Canarias.

Después de eso, en 2003, ya estaba muy clara la idea de hacer un llamamiento mundial para preservar los cielos nocturnos. Tomó forma definitiva en el 2007, con esa conferencia internacional promovida por el Instituto de Astrofísica de Canarias que reunió a instituciones como UNESCO, la Organización Mundial de Turismo, la Unión Astronómica Internacional y numerosas comisiones de Naciones Unidas, organismos no gubernamentales, academias y universidades. La declaración la firmaron organizaciones de 23 países.

Puede que se nos olvide, pero, aunque no miremos hacia arriba, el sol sale todas las mañanas y se pone todas las noches

P.: ¿Tan grave es la amenaza de la sobreiluminación?

R.: La contaminación lumínica altera directamente nuestros ecosistemas. Altera la biodiversidad y la vida de las especies. Todos los seres que habitamos la tierra necesitamos luz y oscuridad porque hemos nacido en un planeta con estos ciclos. Puede que se nos olvide, pero, aunque no miremos hacia arriba, el sol sale todas las mañanas y se pone todas las noches. Por eso nuestras culturas y religiones miran al sol y a la luna. Pero también las tortugas, las especies acuáticas o las aves miran al cielo y a las estrellas para orientarse y la sobreiluminación las desconcierta, mientras que a los seres humanos nos cambia los ciclos circadianos y nos afecta la salud. Necesitamos recuperar la noche.

P.: Resulta sorprendente la asociación entre el cielo nocturno y el turismo, ¿cómo sucedió?

R.: Después de la reunión de 2007, ese mismo año y en la sede de UNESCO en París, comenzamos a trabajar en la idea de crear reservas Starlight para proteger determinadas zonas de la contaminación lumínica. Y en 2009 se constituyó la Fundación Starlight como una entidad sin ánimo de lucro para divulgar la astronomía a nivel mundial y para realizar esta defensa de la noche apostando por la innovación. Desde luego, utilizar para ello turismo fue lo que nos hizo muy singulares. Pero es que, cuando comenzamos a asociar el cielo y el paisaje, cuando comenzamos a considerar el cielo como paisaje, resultó obvio que estábamos ante un patrimonio muy valioso. Y si tenemos ese recurso ¿por qué no usarlo? Supimos que podía contribuir a conseguir nuestros objetivos y podía también potenciar una forma de turismo sostenible: el turismo de estrellas.

El concepto de aproximar la astronomía a un público aficionado visitando lugares concretos con buenos cielos fue algo completamente nuevo

P.: Se estaba inventando el turismo astronómico.

R.: Había algunas formas de turismo astronómico porque se podían visitar, por ejemplo, los observatorios de Chile y en Canarias también comenzaban a realizarse visitas. Pero el concepto de aproximar la astronomía a un público aficionado visitando lugares concretos con buenos cielos sí que fue algo completamente nuevo. Y con muchas ventajas, porque se trataba de señalar espacios privilegiados por sus noches y en los que los poderes públicos locales asumen un compromiso en su defensa para transformarse en lugares que pueden tener un desarrollo turístico diferenciador. Y esto sí que fue una novedad.

P.: ¿Se ha consolidado el proyecto?

R.: Sí. Hemos conseguido consolidar una nueva propuesta turística que está creciendo a nivel mundial. Ya son cientos de empresas y millones de euros los que se están generando en muchos territorios que estaban apartados y empobrecidos. Pero no solo eso sino que, a medida que pasa el tiempo, esos espacios tienen mejores cielos porque hay un compromiso por parte de la población local.

Además, a medida que el cielo se convierte en un motor de economía sostenible, este recurso se asocia a otros ámbitos: a la biodiversidad de los lugares, a las leyendas y tradiciones, a la geografía, a la arqueología o incluso a la paleontología.

P.: ¿Cuántas certificaciones ha otorgado ya la Fundación Starlight?

Por ahora tenemos 18 reservas Starlight, lo que nos da un promedio de una reserva por año aunque este 2023 hemos dado dos, una en Argentina y otra en Andorra. Además tenemos ya 55 destinos turísticos certificados en los que hay un claro compromiso de los ayuntamientos; un compromiso formal muy importante, porque se aprueba en pleno. Sumamos también unos 80 alojamientos, que es una modalidad que creamos para incentivar la iniciativa privada y en la que tenemos desde albergues y campamentos hasta paradores y monasterios. También hemos incorporado otras modalidades como los senderos o parques estelares, que son lugares de observación del cielo, donde hay como un planetario o un observatorio, o un centro de interpretación.

En este momento, sumando las certificaciones de destinos, reservas y otras modalidades, se han comprometido con los cielos libres de contaminación lumínica en torno a 25 países albergando una superficie certificada de unos 125.000 km2. Eso es Starlight hoy por hoy.

A todo ello hay que sumar a las instituciones que se han adherido a la Declaración de La Palma después de su firma inicial. Son unas 1.200 adhesiones a las que no se concede ninguna certificación pero que resultan significativas, porque son entidades como el Parlamento de Galicia o la Asamblea de Madrid. Y al margen de todo ello, estudiamos casos como ese colegio de La Palma que nos contactó y, como no tenía sentido certificarlo, nos animó a buscar otras fórmulas y ahora estamos sumando asociaciones de personas aficionadas a la astronomía para que impulsen este conocimiento entre niñas y niños que luego reciben un diploma como “custodios del cielo”.

El turismo astronómico supone más pernoctaciones, desestacionalización, descentralización y más oportunidades para las mujeres en el ámbito rural

P.: ¿Qué busca un territorio cuando se propone una certificación turística Starlight?

R.: Los territorios buscan una mejora de su entorno promoviendo esta nueva actividad sostenible. No olvidemos que el turismo es la primera industria del mundo y, cuando hablamos del turismo astronómico, estamos dando un impulso especial y novedoso.

P.: ¿Y qué obtiene ese territorio con la certificación turística Starlight?

R.: A mí me gusta hablar de cuatro claves cuando hablamos del turismo astronómico: más pernoctaciones, desestacionalización, descentralización y más oportunidades para las mujeres en el ámbito rural.

Es muy fácil de entender que cuando alguien viaja a un lugar donde hay actividades nocturnas interesantes, se quedará a dormir: esa persona estará más tiempo, va a conocer mejor el territorio y va a consumir más en él. Ya no se trata de si hay una iglesia o una bodega: es que ahora también hay que conocer ese cielo estrellado. En cuanto a desestacionalizar las visitas, lo bueno es que el cielo nocturno te permite organizar actividades diferenciadas según la época, razón por la cual las zonas de turismo de nieve, por ejemplo, están sumándose a este movimiento. Descentralizar el turismo es también importante porque cuando potenciamos la visita a lugares con cielos limpios estamos consiguiendo que lleguen visitas a territorios apartados aportando un impulso económico muy valioso. Y un último aspecto es que significa una oportunidad muy interesante para muchas mujeres en el entorno rural. Mujeres que de forma habitual no se aproximan a la astronomía (porque qué pinta una mujer saliendo con su telescopio sola al monte y de noche) y que en este nuevo contexto sí que se sienten cómodas. De hecho, nuestras monitoras ya suponen el 55% de quienes superan los cursos formativos. En general, el balance el balance suele ser muy positivo.

 

 

 

 

 

 

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