El esplendor gótico regresa a la iglesia de la Asunción de Utiel tras su restauración

Tras un largo tiempo de estudios y excavaciones y diez años de obras, el templo mayor de Utiel reabrió al culto hace unos meses. El largo proceso de rehabilitación ha convertido este edificio en un ejemplo de conservación de nuestro patrimonio, de investigación arquitectónica y de colaboración entre instituciones. Hoy, su lenguaje gótico tan hermoso como singular vuelve a comunicar con la comunidad a la que acoge.

Fotos de la iglesia restaurada de Joan Roig. Fotos de los estudios arqueológicos de Rafael Martínez-Porral  (Arcoibérica)

“El edificio tiene las cicatrices del tiempo y hemos trabajado en él de modo que se pudiera recuperar el espacio, pero también hemos intervenido para hacer visible la historia de una iglesia de 500 años. Y eso es lo más emocionante porque, después de todo, aquí está la historia de todo un pueblo”. La arquitecta Gema Casani Gozalbo resume de esta forma el trabajo de restauración realizado por un equipo que ella ha dirigido y del que han formado parte el también arquitecto Ignacio Docavo Lobo, los ingenieros Javier Yuste Navarro y Rodrigo Pérez Cárcel, los arquitectos técnicos Vicente Rodríguez Llopis y Vicente Juárez Rodenas, los restauradores Marta García Ponce, Antonio Gargallo y Carlos Sanz, así como los arqueólogos Rafael Martínez Porral y Eduard Sanchis Zarzo. Junto a estos expertos, muchos otros especialistas, un presupuesto importante y casi una década de obras han sido imprescindibles para que la iglesia de la Asuncion de  Nuestra Señora de Utiel volviera a abrir sus puertas.

Ha sido mucho tiempo, sí, pero el trabajo ha merecido la pena. Porque el templo vuelve a acoger a los fieles de Utiel. Y porque el proceso que se ha seguido ha permitido que el monumento esté ya en el mapa del mejor patrimonio de la Tierra Bobal. Porque hablamos de un elemento artístico de gran valor.

Quinientos años de historia en un territorio de frontera

La iglesia de Utiel comenzó a levantarse hace quinientos años, en 1521. En esa fecha, el Concejo y el Cabildo de Utiel decidieron sustituir el antiguo templo parroquial, ya viejo, por otro capaz de acoger a una población en crecimiento. El proyecto fue ambicioso. Como explica la experta Casani, es una obra de mayores dimensiones de lo habitual para una iglesia parroquial. Y esto es importante, aunque lo más singular, según ella misma comenta, es que “el conjunto representa características muy específicas de un territorio de frontera, ya que en él se aglutinan el gusto de Castilla (recordemos que en aquel momento Utiel pertenecía a la diócesis de Cuenca) y del de la Valencia gótica, tan próxima”.

De hecho, las obras se iniciaron bajo la dirección del maestro Joanes, llegado de Cuenca para la ocasión, y pronto se sumaron al proyecto constructores que habían logrado gran renombre en la ciudad de Valencia como Miguel de Magaña y Juan de Vidaña. Magaña había trabajado junto a Pere Compte en las obras de la Lonja de la Seda y a su lado había impulsado el uso de arcos y pilares de forma helicoidal. Vidaña, por su parte, había trabajado en el Hospital General de la ciudad y, después de su actividad en Utiel, regresaría a la ciudad del Turia para dirigir las obras de San Miguel de los Reyes.

La iglesia de la Asunción de Utiel es un edificio de nave única con capillas laterales y un presbiterio (la zona situada en la cabecera de la iglesia) de planta ochavada, una tipología inspirada en los templos conventuales. A su anchura excepcional, de 16 metros, hay que agregar el uso de una bóveda de seis secciones, un diseño poco habitual en España y prácticamente único en la Comunidad Valenciana. “La bóveda fue un trabajo especialmente valioso, aunque ha sufrido demasiado a lo largo de la historia”, confirma de nuevo Gema Casani.

En efecto: a lo largo de sus cinco siglos de existencia, la Asunción ha atravesado por todo tipo de peripecias. Ampliaciones, incendios, hundimientos, reedificaciones y reformas. En 1669 se reconstruyó parte de la bóveda del presbiterio antes citada. A finales del siglo XVII se levantó un retablo mayor de estilo barroco que fue destruido durante la Guerra Civil. En el siglo XIX se repavimentó el interior y se construyó un coro neoclásico. En el XX se introdujo iluminación eléctrica y se realizaron diversas intervenciones. Ante esta situación, el equipo de restauración decidió que lo más honesto era mostrar la historia del templo que es, en definitiva, la de la propia comunidad utielana.

Sacar a la luz la historia oculta de esta iglesia

La iglesia de La Asunción de Utiel era prácticamente un edificio desconocido en los años noventa del pasado siglo, época en la que se comenzó a estudiar en profundidad. La idea inicial de estas investigaciones era tener una buena base de conocimiento para iniciar actuaciones sobre el edificio y para impulsar su declaración como Bien de Interés Cultural, algo que sucedió finalmente en 2008.

Posteriormente, y coincidiendo con las obras, José Luis Martínez, cronista de Utiel, publicó un interesantísimo trabajo sobre la iglesia, sus arquitectos originales, sus obras, suministros y materiales que ha servido como referencia para este proyecto de restauración.

Ya sobre el terreno, uno de los aspectos que se trabajó de forma concienzuda fue el estudio del subsuelo. Las excavaciones arqueológicas dirigidas por Rafael Martínez permitieron descubrir los restos de la iglesia original con su correspondiente torre que, en un primer momento de la historia de la iglesia, no se derribó. Esto hizo que, en sus inicios, este templo tuviera dos torres, la antigua y la nueva. Aunque, finalmente, se eliminó la zona superior de la vieja para construir en su mitad inferior una capilla barroca que fue decorada con pinturas de buena calidad.

El equipo de arqueología también estudió el antiguo cementerio asociado al templo. Bajo el pavimento aparecieron enterramientos datados entre los siglos XIII y XIV, algunos de los cuales aún conservaban vestiduras religiosas, así como lápidas reutilizadas en el siglo XIX. Estos hallazgos confirmaron que la iglesia había sido espacio sagrado durante siglos, hasta que los enterramientos se trasladaron extramuros en los inicios del siglo XIX.

El diagnóstico: una joya gótica al borde del colapso

Además de la arqueología, la ingeniería se puso al servicio del proyecto. Y los estudios técnicos revelaron la magnitud del desafío. Porque era perfectamente visible que las bóvedas estaban agrietadas, pero estos expertos confirmaron que los contrafuertes se habían desplazado ¡hasta treinta centímetros! y la cubierta de madera, deformada y atacada por termitas, estaba cediendo y llegaba a tocar las bóvedas. Se realizaron pruebas de resistencia en sillares y muros, se hicieron análisis de la piedra y se usaron modelos informáticos para evaluar los esfuerzos estructurales.

Los resultados fueron concluyentes: la seguridad no estaba garantizada.

En 2012 la iglesia se cerró al culto y se planificó un proceso integral de restauración, que se ejecutó en diferentes fases con financiación fundamentalmente del Ministerio de Fomento. Capillas, Bóveda, cubierta, decoraciones: el trabajo que había que acometer era mucho.

Sustituir la cubierta protegiendo en todo momento su interior

La sustitución de la cubierta fue uno de los aspectos más costosos de las obras porque supuso una operación muy delicada y requirió grandes medios.

Primero se desmontó la vieja cubierta. Las vigas originales se desmontaron una a una, numerándolas para su estudio. “Nos hubiera gustado conservar la madera original —comenta la directora de la rehabilitación— pero fue imposible”. Las vigas estaban corroídas por los insectos y la humedad. Aunque también se vio que en algunas piezas había grafitis históricos, trazos que narraban fragmentos de la historia local: fechas de reparaciones del siglo XIX, nombres de vecinos y mensajes escritos durante la Guerra Civil por quienes se refugiaron en el tejado de la iglesia.

Todo aquello quedó documentado. Y también se documentaron las antiguas uniones “a media madera” (una técnica artesanal de ensamblaje sin clavos). Para no perder la memoria de la carpintería original, parte del material se reutilizó en el acceso al campanario y al coro. También se preservó una de las antiguas cerchas en la nueva estructura: es un testigo de los siglos precedentes.


La nueva estructura de la cubierta vuelve a ser de madera
laminada encolada. Las vigas y cerchas (esas estructuras que forman triángulos y hacen el conjunto más rígido) se montaron primero en la plaza delAyuntamiento y luego se elevaron con grúa hasta su posición definitiva. Sobre ellas se ubicó un panel de tipo sándwich que tiene dos tableros de madera y un núcleo aislante. Y sobre ese panel se clavaron rastreles de madera y se extendió una lámina impermeable. Finalmente, las tejas. Las originales se han recuperado y superpuesto a otras nuevas tejas de tipo canal. De ese modo se ha respetado la imagen histórica del tejado, pero aportando al conjunto un sistema moderno y seguro.

Durante las obras, una sobrecubierta metálica provisional protegió el interior de la lluvia, permitiendo trabajar simultáneamente en la bóveda y en la cubierta sin riesgo de filtraciones.

Restaurando la luz del gótico más singular

Otro aspecto esencial fue la restauración de su sistema de bóvedas, tan característica gracias a esos arcos labrados en forma helicoidal. La anchura de la nave sobre la que se levanta el conjunto y los movimientos del terreno habían provocado en la bóveda grietas, desprendimientos y desplazamientos peligrosos. De modo que el equipo de restauración tuvo que reforzar los arcos con bandas de fibra de carbono y los paños entre nervios con mallas de fibra de vidrio. Ninguno de esos modernos materiales se ve ya, porque todo fue recubierto con mortero de cal natural. Las piezas de piedra fracturadas se cosieron con varillas de fibra y se reprodujeron dovelas desaparecidas con materiales compatibles.

Además, se recuperaron los arcos secundarios que habían sido eliminados en antiguas reformas. También se restituyó la decoración fingida de sillares pintados (que había sido documentada mediante catas) y se aplicó un acabado de lechada de cal ocre. Así se devolvió la unidad cromática sin ocultar la huella del tiempo.

También hubo una intervención de tipo cromático en los muros laterales y en las capillas. Y es que, en restauraciones previas, se había dejado la piedra desnuda, lo que oscurecía el interior. En la intervención actual se han recuperado los revestimientos perdidos, aplicando morteros de cal transpirables en tonos blancos que reflejan la luz natural.

Asimismo se limpiaron las bóvedas de las capillas y en muchas de ellas se hallaron restos de la decoración original, imitando sillares, que también se ha restituido.

Gracias a estas decisiones, el interior es ahora más luminoso. Pero también porque ahora vuelve a entrar la luz a través de las once ventanas góticas restauradas. El mármol translúcido, similar al original, tamiza la iluminación natural y crea el ambiente que el templo debió tener en el siglo XVI.

Pintura, capiteles y otros tesoros recuperados

Y resueltos los problemas estructurales, llegó el turno a las decoraciones. “El proceso de descubrimiento de pinturas y esculturas, detalles y figuritas nos iba deparando cada día una alegría diferente”, dice la directora de este proceso de restauración.

Uno de los hallazgos más emotivos para el equipo fue recobrar la pintura mural que ocupó el altar mayor y que está fechada en 1669. Oculta durante siglos tras el retablo barroco, muestra dos ángeles con incensarios flanqueando una custodia. La capa pictórica estaba deteriorada y a punto de desprenderse, pero fue fijada, limpiada y reintegrada, recuperando su viveza original. Ahora es el punto al que se dirigen todas las miradas.

También se limpiaron y consolidaron los capiteles góticos y renacentistas, que habían sido dorados en el siglo XX. Se restauraron los zócalos. Y se instaló un nuevo pavimento.

Una obra preparada para el futuro

La restauración ha devuelto la solidez y la belleza original al edificio. Pero lo más importante es que se ha trabajado para la conservación del edificio a largo plazo. El edificio se ha dotado de un sistema de accesos seguros para las labores de mantenimiento. Y de ventilación interior que ayude a mantener la madera seca y estable. Todo está pensado para mantener la esencia sin renunciar a la funcionalidad.

La restauración de la Iglesia de la Asunción de Utiel ha sido una tarea coral que ha unido a técnicos, instituciones y vecinos.  Tanto la Parroquia de Utiel como La Dirección General de Arquitectura, Vivienda y Suelo del Ministerio de Fomento han trabajado acompañadas de la Generalitat Valenciana, el Ayuntamiento de Utiel, conscientes de que el templo no es solo un monumento, sino parte viva de la identidad local.

“Ha sido un proceso largo en el que la parte humana ha aportado mucho”, comenta de nuevo Casani. “La comunidad ha tenido mucha paciencia, el cura  párroco Agustín Alcayde Pardo ha sido un colaborador imprescindible y todos los equipos que se han visto implicados han dado lo mejor de sí mismos en un trabajo que ha sido muy duro físicamente, por el clima de Utiel y porque ha sido necesario trabajar mucho en altura”.

Ahí está el edificio, luciendo con orgullo su larga historia. Aún quedan aspectos sobre los que regresar, pero la iglesia habla de nuevo en su particular lenguaje gótico y muestra la gran ambición que hace cinco siglos hizo nacer esta joya arquitectónica.

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