El verano siempre fue tiempo de trabajo intenso en las salinas continentales. Cuando el sol apretaba y el aire seco aceleraba la evaporación, las piletas se llenaban de cristales blancos que resplandecían bajo el sol inclemente. El trajín de jornaleros y bestias, el sonido de las azadas rascando la sal: todo componía una escena tan dura como necesaria para la economía de nuestros pueblos. Hoy, aquellas jornadas forman parte de la historia, pero aún podemos seguir su rastro en el paraje donde se desarrollaban. Y si hay unas salinas que destacan por su conservación y valor patrimonial son las de Villargordo del Cabriel.
A tan solo kilómetro y medio del casco urbano, las salinas de Villargordo del Cabriel se esconden en el fondo de la Rambla Salada, un lugar rodeado de cárcavas y yesos de la época geológica del Keuper que están anunciando, precisamente, la presencia de manantiales salobres. Esos eran los manantiales que alimentaban unas salinas que dejaron de funcionar hace ya varias décadas y cuya infraestructura se conserva en un estado suficientemente bueno para entender, paso a paso, el proceso de obtención de sal.
Es un proceso que dejó de realizarse pero que, como recuerda Pablo Tarín Benedito, presidente de la Asociación de Villargordo del Cabriel por el patrimonio cultural, sigue presente en la memoria colectiva de esta localidad. “Mucha gente del pueblo aún recuerda la extracción de sal porque fue una realidad hasta hace relativamente poco y buena parte de la ciudadanía conoce la infraestructura de las salinas porque se ven bien en la bajada por una carretera que antes era bastante transitada pues conducía a las Huertas de Fuencaliente y al puente de Pajazo”. Tarín también anota la presencia de la calle del salero en el centro del casco urbano que debe su nombre al edificio, ya desaparecido, donde se almacenaba y molía la sal extraída. Y la existencia de un sendero (el PR-CV 174) bien señalizado y bastante conocido, que atraviesa la zona salinera. Hablamos, en definitiva, de un espacio conocido y querido en los alrededores de Villargordo del Cabriel.
Pero ¿qué es lo que aún se encuentra en aquel paraje?

Manantial salino, origen del agua que alimenta todo el sistema
Balsas para evaporar el agua y obtener la sal
El complejo se organiza en cuatro zonas bien diferenciadas:
- Zona de captación: tres manantiales y escorrentías de un pequeño barranco alimentaban todo el sistema. Para ello se canalizaba el agua mediante troncos de sabina ahuecados o canales de piedra y madera.
- Concentración: Cuatro grandes calentadores, tres de ellos en la parte alta y uno intermedio, eran los espacios donde el agua se iba calentando y evaporando por efecto del sol, consiguiendo un líquido más espeso y con mayor concentración de sal.
- Cristalización: Para que la sal se precipitara y quedara lista para ser recogida, había hasta 121 balsas rectangulares o cuadradas en cinco niveles escalonados. De ellas, hoy se conservan 99 y son espacios con suelo de losa arenisca o de cantos rodados.
- Almacenaje: Para guardar la sal se contaba con un edificio que servía como almacén y daba cobijo a los animales; otro, hoy derruido, era refugio para los trabajadores o carabineros en tiempos en que la explotación era estatal.

Calentador con compuerta, donde la salmuera empieza a concentrarse antes de pasar a las balsas
La forma de proceder era simple. En primavera se llevaba a cabo la limpieza y al llegar el verano se llenaban primero los calentadores y luego todas las balsas a la vez. Quince o veinte días después, la sal estaba lista para extraerla con azadas y rastrillos, amontonarla y secarla antes de subirla (primero en mulas y más tarde en tractor) hacia el pueblo.
La producción en sus últimos años rondaba los 50.000 o 60.000 kilos anuales de sal.

Piletas rectangulares con suelos de arenisca y cantos rodados, dispuestas en graderíos para aprovechar la gravedad
Una geología propicia para la sal
Aunque las de Villargordo del Cabriel son las salinas mejor conservadas porque estuvieron en explotación hasta hace poco, hubo otras en Tierra Bobal gracias a una geología que propicia la existencia de aguas salobres y un clima que, en los meses cálidos, combina altas temperaturas y baja pluviometría. Los expertos señalan estas:
- Jaraguas: Conocidas como Mina de Sal Lolita, las de Jaraguas eran unas salinas aprovechadas por las familias locales para autoconsumo y pequeños intercambios hasta mediados del siglo XX. Su singularidad estaba en el uso de evaporación inducida con fuego durante el invierno. Estuvieron en producción hasta 1978.
- Hórtola: Fueron quizá las salinas más productivas en su tiempo, pero de difícil acceso y ofrecían una sal que se destinaba sobre todo al ganado. Funcionaron hasta la década de 1960.
- Los Isidros: Aquí nos encontramos ante un caso peculiar, pues la sal cristalizaba directamente en el lecho de un barranco y se recogía sin necesidad de piletas.
- Casas del Río y otras localizaciones menores completan el mapa de esta forma de aprovechamiento tradicional.
En todos los casos la forma de producción era sencilla. Y muy antigua. Porque hablamos de explotaciones que proceden de época prehistórica. De acuerdo con un estudio publicado por David Quixal, todas estas salinas continentales habrían formado una red económica en tiempos ibéricos. Esta red de intercambio de sal y de bienes abarcaría desde los territorios de Kelin (en Caudete de las Fuentes) hasta Ikalesken (área de Iniesta). Dos territorios separados por el río Cabriel que se unían por un punto estratégico: el vado del Pajazo, cerca del cual están las salinas de Villargordo del Cabriel.
De valor público a explotación privada
Hoy, las salinas de Villargordo del Cabriel están dentro de un paraje de propiedad privada, igual que privada fue la explotación en las últimas décadas en las que este espacio estuvo en explotación. Pero no siempre fue así.
Las primeras referencias escritas que tenemos sobre ellas son de finales del siglo XV, de 1491 concretamente. En esa fecha, una sentencia asignaba dos terceras partes de las salinas de Hórtola, Canalejas y Pajazo (antigua denominación de las de Villargordo del Cabriel) a Pedro de Barrientos, regidor de Cuenca. Era la forma de compensarle diversos servicios y pagarle deudas acumuladas por parte del Concejo de Requena. El tercio restante quedaba en manos del propio Concejo. Pero ni el regidor ni el Concejo explotaban las salinas directamente, sino que las arrendaban a particulares que tenían obligación de mantener tanto las casas, como las eras y los pozos.
Durante la Edad Moderna, las salinas de Villargordo del Cabriel pasaron a ser propiedad real en varios periodos. No cambiaba la explotación, porque también la Corona arrendaba las salinas. Lo que importaba en ese momento es que los beneficios iban a la Hacienda Real. El estado incorporaba entonces vigilancia para evitar el contrabando y la extracción clandestina de sal.
Siglos más tarde, cuando los gobiernos de Isabel II apostaron por las reformas liberales y por la desamortización, las salinas se pusieron en venta. En 1870 fueron adquiridas por el notario de Requena, Antonio Víllora. Tras varios procesos de compraventa y herencias, las salinas llegaron a manos de la familia Devés García, de Villargordo del Cabriel, que las mantuvo en explotación hasta 1991 como complemento económico a la agricultura.

Almacén de sal, edificio que protegía la cosecha de las inclemencias meteorológicas
La sal como motor económico durante siglos
Durante siglos, la sal conservaba carnes y pescados, curaba pieles y resultaba imprescindible para hacer pan y para la alimentación animal. Hablamos, por lo tanto, de un bien estratégico. Por eso, disponer de sal en el propio territorio suponía una enorme ventaja. No es de extrañar, por lo tanto, que las salinas —fueran propiedad real, municipal o privada— generaran rentas, pleitos e incluso privilegios para los vecinos, como el derecho a llevarse sal gratuitamente ciertos días del año.
Las reglas del juego cambiaron con la mejora de las comunicaciones. A partir de ese momento se produjo el auge de las grandes salinas litorales y la sal marina procedente de Torrevieja o Santa Pola llegaba a cualquier punto del interior más barata y en mayores cantidades. Lógicamente, las explotaciones continentales, pequeñas y estacionales, no pudieron competir.
En Villargordo del Cabriel, la actividad se mantuvo como complemento agrícola hasta principios de los noventa, cuando la rentabilidad dejó de justificar el esfuerzo, quedando sus instalaciones con su trama intacta. Hoy, manantiales, calentadores y balsas son testigos mudos de una cultura del agua y del trabajo que moldeó paisajes y comunidades.
En la comarca hay una clara conciencia del valor patrimonial de este espacio, “pero hablamos de una propiedad privada”, recuerda Galo Valle, alcalde de la localidad. “Por el momento, este espacio no se está conservando y estamos buscando soluciones para él. Porque si no se actúa, el tiempo hará su trabajo”.
Confiamos en que la solución esté próxima. Sabemos que la producción de sal no va a regresar, pero sí que podrán cosecharse en estas salinas memoria y orgullo colectivo.

Detalle de canal de madera tallado en forma de U, utilizado para conducir el agua desde los manantiales a los calentadores
Saber más:
- Si quieres visitar la zona a pie y contemplar la Rambla Salada, desde este sitio web puedes preparar tu ruta senderista “entre saladares y bancales”
- Emilio Iranzo García publicó “Los espacios salineros de interior: el caso de la comarca Requena-Utiel” en la revista Oleana. Está disponible aquí.
- La contribución de José Luis Hortelano Iranzo se tituló “Aproximación al estudio de las salinas en el altiplano de Requena” y se publicó en la misma revista. Puedes descargarla desde este enlace.
- Ignacio Latorre Zacarés, también hizo sus aportaciones que quedaron publicadas en 2023 en la revista Distrito. Las puedes descargar desde aquí.
- Raquel Sánchez Villanueva realizó un trabajo fin de grado que aborda las salinas desde la perspectiva arquitectónica y paisajística. Lo puedes leer aquí.
- El estudio prehistórico de David Quixal Santos se titula “Explotación de la sal, vías de comunicación y territorio durante la Edad del Hierro en el entorno del río Cabriel” y lo tienes disponible desde este enlace.




