Un tesoro para una sociedad hedonista

Experiencias memorables. Curiosidad sin límite. Placer. La actual sociedad, regida por un motor fundamentalmente hedonista, tiene poco que ver con las comunidades que vivieron en nuestro territorio compartiendo el vino que en él se elaboraba. Ni la trascendencia de los íberos, ni la religiosidad medieval, ni la subsistencia moderna, ni los intentos de modernización ilustrados pudieron jamás imaginar una forma de vida como la nuestra: conectada con cualquier rincón del planeta y dispuesta a convertir la relación con el vino en una experiencia placentera, ante todo. Para ellos, el vino de Tierra Bobal fue rito y relación con los dioses, alimento esencial, bebida saludable o motor económico. Para nosotros, fuente de placer sin límites que compartimos con el resto del mundo desde este pequeño lugar tranquilo y soleado. 

Todas las formas del placer 

La nueva realidad de nuestros vinos está esencialmente unida al modo de vida contemporáneo. A una sociedad a la que la Tierra Bobal puede proveer de placer de diversos modos: 

  • El placer de los sentidos. Los vinos de nuestro territorio son, hoy por hoy, productos elaborados para proporcionar las mejores experiencias sensoriales. Sus colores y el conjunto de sus sabores, los aromas inmediatos y los que se desvelan en el retrogusto, su tacto en la lengua, su volumen en el paladar… Todo responde a un plan para conseguir que la persona que consume cada copa perciba su contenido como el conjunto más armónico y placentero posible.  
  • El placer de la complejidad creciente. En este siglo XXI, Tierra Bobal ofrece productos que, desde su tipicidad, resultan sencillos de comprender, como muchos de sus rosados. Pero también ofrece una gama amplia de vinos de complejidad creciente a los que los amantes del buen beber se aproximan como a las grandes obras de arte: analizando cada matiz, estudiando cada capa de aromas y sabor y analizando su procedencia y significado. De este modo disfrutan tanto con el pensamiento como con los sentidos. 
  • El placer del producto único. El consumidor contemporáneo de vino de calidad curioso, hedonista y global detesta las copias y los productos demasiado parecidos entre sí. Busca la diversidad y la tipicidad. Por eso triunfan los productos actuales de Tierra Bobal. Porque presentan, embotellados, una cepa ancestral, un paisaje exacto y un terruño propio. Son vinos con una historia única. 

 

Y de este modo, después de 2.600 años, la cepa bobal ha demostrado su resistencia mientras que los vinos que nacen de ella han dejado clara una extraordinaria capacidad para alimentar las aspiraciones de las sucesivas sociedades que han vivido en este entorno. 

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