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Los orígenes

La época íbero-romana. El inicio de una pasión

La cultura que amó el vino y nos legó sus misterios

Hace al menos 2.600 años, los habitantes de esta tierra comenzaron a cultivar vides. Aún no sabemos cómo llegaron las plantas hasta este lugar. Pero sabemos que, cuando se inició esta actividadnuestros antepasados ya amaban el vino. Lo habían conocido gracias a los fenicios y griegos que tenían colonias en la costa. Primero lo compraban. Luego comenzaron a elaborarlo ellos mismos. 

Desde entonces, el vino formó parte del mundo simbólico de los íberos, de sus fiestas y de su relación con la divinidad.

Lo elaboraron en grandes centros productivos, como el de La Solana de Las Pililla en pequeños lagares domésticos, como sucedió en El Molón. Lo almacenaron en grandes cantidades, como aquel mercader de Kelinprobablemente para venderloY cuando los romanos ocuparon la zona, poco importó que trajeran su propio vino de Italia: las vides ya nunca dejaron de estar presentes en el terruño y siguió, cosecha tras cosecha, bebiéndose el vino local.  

¡Realidad virtual!

Visita desde aquí los lugares donde nació esta historia única

El Molón

Una atalaya para vigilar y defender el territorio

La solana de Las Pilillas

Un enclave nacido para el comercio del vino

Kelin

La gran ciudad íbera que dominaba la comarca

Los íberos y el inicio de nuestra cultura vitivinícola

Primero aprendieron a amar el vino. Más tarde comenzaron a cultivarlo. Lo bebieron en sus festividades y lo dedicaron a sus dioses.

Consuelo Mata, de la Universitat de València, nos da las claves de la relación entre los íberos y el vino

Historia e historias

Descubre cómo se inició el cultivo de la vid en esta tierracómo eran aquellos vinos o cómo y dónde se consumían.

Descubre un relato que atraviesa los siglos

La tinaja de Teibobores

Una niña mimada, hija del poblado íbero. Un joven heredero. Un amor truncado y un territorio regado con vino y con sangre. Una huída imposible: El inicio de un mito.

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Los lugares que te adentran en un tiempo remoto
que sigue vivo.