Vino y arqueología: cinco tesoros de la antigüedad

Primero compraban el vino a los mercaderes que comerciaban con los productos venidos de las colonias fenicias del sur de la Península. Luego, aquellos antepasados nuestros, los íberos, comenzaron a cultivar la vid y a elaborar sus propios productosNuestra vitivinicultura es una actividad que no ha cesado desde entonces, desde hace 2.600 años. Y, además de una rica tradición, esta larga historia nos ha dejado vestigios que siguen hablándonos de vino y de vides, de esfuerzo y de fiesta durante la antigüedad. 

1.Los lagares rupestres más antiguos, en Requena 

El testimonio más antiguo de producción de vino en el Tierra Bobal es absolutamente espectacular. Se trata de un centro de producción que se creó para elaborar vino a gran escala, pues incorpora lagares, bodega y almacenes. Se encuentra en Requena, lleva por nombre la Solana de las Pilillas y podemos considerarla un lugar de excepcional importancia en torno a la cultura del vino 

Estos lagares rupestres constituyen un auténtico tesoro para la historia. Y lo mejor es poder saber que no son los únicos que hubo en la zona. Las últimas excavaciones arqueológicas demostraron que en esa misma área hubo más construcciones y más actividad enológica en la antigüedad. Aún falta mucho por excavar para que podamos conocer más detalles, pero todo apunta a que podrían ser ampliaciones de un negocio que funcionó bien durante al menos doscientos años.

2.Una gran fábrica de ánforas en Venta del Moro 

Durante las excavaciones realizadas en Las Pilillas aparecieron muchas piezas de cerámica: eran restos de las ánforas en las que se hacía fermentar el mosto y en las que se transportaba y todas ellas se fabricaban en un alfar que no se encontraba muy lejos de allí: el alfar de las Casillas del Cura, en Venta del Moro. Este establecimiento, cuya época de mayor actividad fue entre los siglos VI y IV antes de nuestra era (coincide por lo tanto con la cronología de Las Pilillas), estaba situado en las proximidades del Río Cabriel. Las piezas cerámicas que elaboraban estos antiguos artesanos tenían, por cierto, formas inspiradas directamente en las ánforas fenicias que trajeron los primeros comerciantes de vino a Tierra Bobal. 

3.Una bodega familiar en Camporrobles 

El asentamiento que hoy llamamos el Molón de Camporrobles ─ubicado en un altozano perfecto para la defensa─ nunca fue más que una población de tamaño medio. A pesar de ello, tampoco debió de faltar en ella el vino. Puede que en algún momento lo compraran, pero también supieron elaborarlo.  

De hecho, en las excavaciones arqueológicas del lugar se ha encontrado una pequeña e interesante bodega familiar. El espacio se presenta dividido en dos alturas: abajo, la prensa para pisar la uva y extraer el mosto de los racimos; arriba, la zona donde fermentar el zumo y almacenar el vino en recipientes cerámicos. Este lagar estuvo en funcionamiento cerca de doscientos años, entre los siglos IV y II antes de nuestra era. Luego dejó de producir por razones que desconocemos.

4.Un rico comerciante en Caudete de las Fuentes 

Y si en esa pequeña población se ubicó una pequeña bodega, ¿qué cabría esperar de la grande y poderosa Kelin? Esta antigua ciudad, ubicada en las proximidades de la actual Caudete de las Fuentes, nació hacia el siglo VII a.C. y vivió una larga época de esplendor hasta que fue destruida durante la Guerra de Sertorio casi siete siglos después. 

Kelin, que llegó a acuñar su propia moneda, estuvo amurallada y se calcula que albergó en sus casas a cerca de 4.000 habitantes. Pero una de ellas nos interesa especialmente: la vivienda que se supone fue de un rico comerciante. En su interior había una bodega que estuvo en uso desde finales del s. III a. C. hasta principios del II a. C. En ella se encontraron abundantes pepitas de uva y hasta 98 recipientes, entre ánforas y tinajas, en los que se podían almacenar más de 7.000 litros de vino. No faltaba nada en una casa que tenía también su propio taller de forja, joyas de plata o cerámicas de importación.  

5.Un altar al dios del vino 

De la época en la que la cultura íbera se funde con la romana nos quedan en la comarca restos de villas. Las villas romanas eran esas fincas dedicadas a la producción agraria que, al mismo tiempo, los ricos propietarios utilizaban como casas de recreo. En su entorno sabemos que se cultivaron vides cuyo fruto se transformaría posteriormente en vino en los lagares asociados a la casa. Pero el testimonio arqueológico más interesante de la época es un altar dedicado a Baco datado en el siglo II de nuestra era. Esta pieza representa a un joven dios que derrama vino sobre su pantera, que lo recibe con las fauces abiertas. Era la forma clásica de representar al dios del vino. 

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